Ratatouille es un proyecto de Jonh Lasseter, uno de los genios de Pixar, a partir de una historia de Jan Pinkava (co-director del film), Jim Capobianco (que ha participado en la creación de las historias de El jorobado de Notre Dame y El rey león y es el guionista y director del corto Tu amiga la rata) y el propio Brad Bird. Bird es un maestro de la animación, aspecto que ya se pudo comprobar en una sus películas anteriores a su etapa en Disney, El gigande de hierro (de la Warner). Tras su entrada en Pixar-Disney, ha convertido en oro –no sólo económico, sino también en calidad- los dos títulos que ha llevado a cabo: la magistral Los Increíbles y ahora Ratatouille.
La resolución visual, tanto en los detalles (los pelos de la rata) como en las vistas de una ciudad tan cinematográfica como París, es muy buena y además atractiva, con personalidad propia, como todos y cada uno de los personajes. Estos, gracias a un guión que sabe trabajar los perfiles, conectan con el espectador; lo que tiene especial valor en el caso de Remy, una rata, uno de los animales más repulsivos y menos empáticos de la naturaleza. Hay, además, otros aspectos que contribuyen a su calidad, como la banda sonora de Michael Giacchino, que ha compuesto la música para diversas series de la cadena ABC (la de Disney), como Perdidos o Alias y películas tan comerciales como Misión imposible III.
Aunque en la versión original ponen las voces actores como Ian Holm, Peter O’Toole o el mismo Brad Bird, el casting respeta la idea de que el doblaje es obra de expertos y no de famosos. Una renuncia de márketing que es de agradecer.
En defintiva, esta película es un brillante ejemplo de que la animación forma parte del séptimo arte y de que el cine familiar también puede ser artístico, creativo y convincente: sólo hace falta imaginación, mucho trabajo y huir de los tópicos complacientes.
Firma: Redacción
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Remy sueña con convertirse en un gran chef francés a pesar de la oposición de su familia y del problema evidente que supone ser una rata en una profesión que detesta a los roedores. El destino lleva a Remy a las alcantarillas de París, pero su situación no podría ser mejor, ya que se encuentra justo debajo de un restaurante que se ha hecho famoso gracias a Auguste Gusteau, una estrella de la cuisine. A pesar del peligro que representa ser un visitante poco común (y, desde luego, nada deseado) en los fogones de un exquisito restaurante francés, la pasión de Remy por la cocina pone patas arriba el mundo culinario parisino.