Estamos ante la cuarta película dirigida por el ex-galán de moda Robert Redford. Si a principios de la pasada década nos sorpendió con Gente corriente, que le reportó el Oscar de 1980, y después dio muestras de su buen tino como realizador en Un lugar llamado Milagro (1987) y El río de la vida (1992), ahora vuelve a ser candidato (cuatro nominaciones) a los preciados galardones de la Academia de Hollywood por esta cinta denunciatoria. Redford-director, inclinado por las “causas perdidas” y los desheredados USA (promueve el Festival de Cine Chicano), resulta tan ambicioso como Redford-actor (Una proposición indecente); pero no acaba de convencer como autor fílmico de categoría, pues su Quiz Show está en la línea más tradicional del cine norteamericano.
Con una narración demasiado plana y algún bache de ritmo, sin apenas progresión dramática ni garra ideológica, su sobria evocación de un período estadounidense va poco más allá de la crónica ambiental de unos años críticos. Las notables interpretaciones de Ralph Fiennes (La lista de Schindler), como el profesor-víctima Charles Van Doren, y la del ascendente John Turturro, quien encarna al desdichado obrero judío Herbie Stempel (desplazado del concurso al bajar el índice de audiencia), son bien secundadas por el abogado protagonista que incorpora Rob Morrow; todos ellos representantes del “sueño americano” (recuérdese el significativo prólogo de la compra-oferta del lujoso Chrysler de la época).
Así, basado en una historia y personajes reales, Robert Redford ha puesto en la picota ese “sueño americano” y, a la vez, criticado con bastante agudeza y cierto sentido del humor el sistema capitalista y la manipulación de los medios de comunicación que lo sustentan. Por eso “insisto” son aquí los mismos protagonistas y el pueblo engañado (nunca las instituciones) quienes pierden al final, cuando el Congreso ratifica los cargos en 1959. En este sentido, los créditos del epílogo expresan el triste devenir de los personajes centrales (no así del principal culpable, que trabajó después como asesor en la campaña de Kennedy) y el triunfo de la TV; como se ha visto mucho más adelante con los “reality shows” y tantos otros programas de los que el denunciado en esta película era sólo el principio y, en comparación, casi una trivial ingenuidad.
De ahí que el espectador de hoy vea el “caso” como una mera curiosiodad y, al mismo tiempo, pueda situar este film un tanto próximo al populismo, que encarnara ayer el cine de Frank Capra y del cual este realizador-actor viene a ser, acaso, su seguidor y actual heredero.
Firma: Redacció
América, finales de los 50. En pleno auge de la TV, un abogado idealista, Richard Goodwin, que trabaja para el Congreso de los Estados Unidos, sospecha del fraude en que puede estar incurriendo la cadena NBC (y la empresa comercial patrocinadora) en torno a un popular concurso de preguntas y respuestas, “Twenty One”. Pero su denodada investigación arruinará a los concursantes y no a los medios de comunicación e intereses económicos con los que se enfrenta.
