Por un puñado de besos

Ana de Armas y Martiño Rivas se reencuentran tras graduarse con escasa nota en El internado televisivo. Ahora, después de unos cuantos proyectos, caen en un guión también escaso, escasísimo, en calidad y en una dirección escasa en creatividad y abundante en clichés.

David Menkes acomete un film basado en la novela de Jordi Serra i Fabra Un poco de abril, algo de mayo y todo septiembre. Tras Mentiras y gordas, este director madrileño sigue marcado por la idea de mentira como recurso narrativo, aquí con un talante más dulcificado y de intención sorpresiva (previsible y aburrido uso del equívoco dramático), mientras en realidad efectúa una instantánea de la pueril idealización del amor.

Quizá de ahí deriva que en Por un puñado de besos no haya casi nada que suene auténtico. Todas las frases, planos, miradas, vestuario, decoración, montaje, etc. se cuelan, respectivamente, desde otros guiones de estereotipo romántico, selfies de puesta de sol, bestsellers de vampiros, anuncios de cereales con fibra, revistas de decoración perfectamente cool o ensayos de la asignatura de edición sobre montajes paralelos, transparencias y sobreimpresiones. La cámara se mueve con torpeza, los diálogos son de trascendental estupidez y la vergüenza ajena es tan intensa como cuando uno se topa con ciertos muros de facebook. Así parece haberse construido este film (a cachos de necia extimidad), en el que no vale la pena entrar ni en los chatos planteamientos que realiza sobre cuestiones vitales.

Firma: Lourdes Domingo