Pollo con ciruelas

Tras Persépolis, la gran novelista gráfica se embarca en un film protagonizado por gente de carne y hueso en el que el tono general de cuento persa acaba pidiendo dibujos a gritos. Pero no. Esta vez nos ofrece una puesta en escena real con apenas cuatro secuencias animadas que, sin duda, son las mejores de toda la película. Y es que el producto Satrapi, acabado con grandes actores de la élite francesa, se ve perjudicado estéticamente por la huella que ha dejado la Amelie de Jeunet.

No es que la atmósfera onírica le sobre al relato, pero su presentación resulta ya algo manida. El argumento tiene la fuerza suficiente para explicar el espíritu del artista, pero carece de la profundidad mínima que el tema exige. La sobreactuación de Mathieu Amalric y la aparición del aprendiz de verdulero en Amelie, Jamel Debbouze, marcan el paso ligero en esta historia de amor con alma oriental, que disimula sus raíces de forma un tanto esquizofrénica.

El tratamiento de las relaciones familiares es penoso y la esperanza brilla por su ausencia, algo que nos remite más a la decadencia europea que a las moralejas que emanan de los viejos cuentos orientales. Una película que, a pesar de todo, se deja ver plácidamente.

Firma: Anna Puigarnau