Perdido

Christian Carion, que escribe y dirige Perdido, realiza una película pequeña (en metraje y ambiciones) pero muy medida, con numerosos aciertos y que suscita un creciente interés en el espectador a pesar de que no siempre se mantenga el mismo ritmo e intensidad.

Carion retrata en las primeras escenas el impacto psicológico que la noticia tiene en Julien y en Marie para centrarse, en la segunda mitad, en las acciones que emprende el padre para buscar a su hijo. Se mete entonces de lleno en el género del suspense logrando exasperar (en el buen sentido) al espectador, que asiste a los allanamientos y registros de Julien en silencio, siguiéndole con la cámara entre las desangeladas estancias, sufriendo por su precipitación y sorprendido por más de una solución inverosímil en el desatasco de las situaciones.

Dos aspectos enriquecen esta narración que, a pesar de no ser innovadores, son manejados con pericia por Christian Carion. Por un lado, la omnipresente y simbólica presencia del paisaje. Las gélidas montañas, las carreteras sinuosas que discurren bajo túneles naturales, la nieve que hiela más por húmeda que por fría, el sonido de los pasos sobre las hojas caídas o el silencio sepulcral de la zona abotargan a Julien en lo espiritual y lo lastran en lo físico dificultándole las tareas de búsqueda del pequeño Mathys.

Por otro lado, el uso de los vídeos domésticos como elemento de conocimiento de los protagonistas y de base de investigación funciona a la perfección como si de un film de género de “montaje encontrado” se tratase. Para ello, y para la descripción general de la trama, resulta esencial el estupendo trabajo del montador Loïc Lallemand. Este juega con distintos cortes de vídeo y flashbacks introduciendo en la partida las luces siempre distintas (natural, de lámparas, intermitentes…) o los sonidos telefónicos o de grabaciones. La última escena confirma la planificación y mesura con la que Carion, Lallemand (y el resto de solventes profesionales) han querido contarnos esta historia de amor paternal y de reencuentro con las cosas importantes de la vida.

Firma: Esther Rodríguez