Nueva incursión de Bernardo Bertolucci en el mundo oriental (El último emperador, 1987). Inferior a este oscarizado film, Little Buda es otro ambicioso film-espectáculo, que se queda en el mero exotismo. Es obvio que la ambientación y recreación de decorados y tipos nativos resultan extraordinarias, pues posee gran belleza visual y se hace estéticamente gozosa su contemplación. En esto cuenta mucho el trabajo del joven actor Keanu Reeves como príncipe Siddharta -el histórico Buda- y los fastos construidos por el realizador italiano, así como la música original de Ryuichi Sakamoto y los escenarios naturales de Katmandú. Aunque en principio el film puede parecer propagandístico de la moda de las religiones orientales, el sencillo guión de Pequeño Buda no va mucho más allá de la anécdota argumental, concebida por el mismo Bertolucci, quien hoy declara que “los budistas me han devuelto la alegría de vivir”.
Fascinado por esta milenaria religión, el antiguo realizador marxista-freudiano (y discípulo de Pasolini) manifestó su inspiración artística en cineastas como Michael Powell, Satyajit Ray, Rossellini y Antonioni. También ha reconocido que parte del film se ha inspirado parcialmente en la historia de Osel, el niño granadino que los monjes tibetanos confirmaron como la reencarnación de un lama. Por otra parte, en la película se pone en evidencia la vacuidad de una gran parte de la sociedad occidental, deshumanizada y opulenta, contrastándola con la espiritualidad budista, plena de sobriedad e inocencia, pero sin hacer juicios de valor. Sin embargo, la crítica ha vapuleado el film hasta la saciedad.
Calificado de hueco y superficial, oportunista y turístico, Bernardo Bertolucci se ha defendido así: “He tenido en cuenta el nivel de ignorancia en Occidente con referencia al budismo, así que no quise plantearme una mirada más profunda. Además, cuento la historia de un niño, y mi intención era que el público infantil pudiera ver el film. Esto es lo que da el tono a la película, primera en Occidente que aborda el tema, y que por ello debía aspirar a la humildad de la simplicidad”. Asimismo, tampoco estuvo acertado el discutido Bertolucci con su esperado regreso a Italia. Su filme intimista Belleza robada (1996) apenas ha convencido a la crítica y el público más exigentes, siendo calificado de lírico y vacío.
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Unos monjes budistas llegan del Tibet a la ciudad estadounidense de Seattle en busca de un niño occidental al que consideran la reencarnación de un antiguo lama. Tras la sorpresa y el escepticismo de sus padres, acceden a viajar al Nepal y al monasterio de Buthan para conocer el misterio de esa religión oriental. El “pequeño buda” tendrá que competir allí con otros dos candidatos. Al regreso, unos y otros acaso estarán más cerca cultural y espiritualmente.