La propuesta que ofrece Al-Rahmoun para su primer largometraje no es original. No es la primera vez, ni será la última, que se lleve al cine el propio cine, ni tampoco que se juegue en una película con la transfusión de sentimientos entre los personajes de una obra y los actores que los interpretan. Cautivos del mal, La Rosa Púrpura del Cairo, Cisne negro o, directamente, Doble vida, la película de George Cukor donde también se utilizan la historia y los celos de Otelo, son solo algunos ejemplos.
Pero no se puede negar que los realizadores de este nuevo Otelo realizan un trabajo muy interesante. Aciertan al plantear el guión como un proyecto llevado a cabo por amateurs y, así, su pobreza real de medios y de interpretación queda justificada y sirve al planteamiento general.
Aciertan también en la división en actos, aunque no coincidan con los del teatro y en el intercalar entre las escenas del rodaje fragmentos de las entrevistas del casting, donde se nos va dando más información sobre los personajes y, de ese modo, se intensifica la tensión entre ellos.
Sin embargo, lo más interesante y a la vez más desalentador es el hecho de que muestran, con una sinceridad brutal, el poder de un director de manipular a los actores (sobre todo si son jóvenes y pretenden abrirse camino) y abusar de ellos forzándoles a realizar escenas que les denigran, les repugnan y además no son necesarias para lo que la película quiere transmitir.
Interesante, como decía, porque es algo sabido pero de lo que no se habla, y desalentador porque para ello Al-Rahmoun nos coloca una desproporcionada, larguísima y desagradable escena de sexo explícito que consigue que la actriz acceda a rodar mediante el engaño y una fría manipulación. Desalentador porque para ello no le importa saltarse la obra de Shakespeare que, en otros aspectos, sigue literalmente (Desdémona nunca fue infiel a Otelo, sus celos era infundados).
Y desalentador, en definitiva, porque un cine que empieza por no respetar la dignidad de los propios actores es difícil que pueda ofrecer al espectador esa ventana al mundo y al alma humana (con sus miserias y grandezas) que es el cine o cualquier otro tipo de Arte.
Firma: Esther Rodríguez
Un marroquí profesor de árabe y una estudiante mallorquina de Ingeniería se presenta a un casting para una película que versionará de modo casi artesanal el Otelo de Shakespeare.
Para ambos es su primera interpretación y el director intentará sacar de ellos su mejor trabajo, a base de potenciar los sentimientos y pasiones de los que habla la obra.