Mr. Holmes

Los personajes de Sir Arthur Conan Doyle siguen más vivos que nunca en este tercer milenio. Películas, series y producciones de animación se inspiran en el conocido universo de Sherlock Holmes.

Este film, basado en la novela de Mitch Cullin A slight trick of the mind (2005), se adentra en un territorio menos explorado por el cine: la senectud y sus efectos en la brillante mente del detective.

De modo análogo a como el mismo Bill Condon hizo con la figura de James Whale (director del Frankenstein de 1931 y su secuela) en Dioses y monstruos, ahora despliega un relato sobre el ocaso intelectual y el saldar cuentas con la vida.

El guión de Jeffrey Hatcher –co escritor de Casanova y La duquesa y responsable de sendos capítulos de Colombo y El Mentalista– elabora un trabajo sobre la memoria, sus mecanismos y la batalla por reconstruir los vacíos. El material argumental del que parte Hatcher es idóneo para ese objetivo: el cerebro de uno de los mejores detectives con más de 80 años de historia recabada en sus neuronas.

Sin embargo, Mr. Holmes decide anclar en un puerto tranquilo, lejano a agitadas aventuras y cercano, paradójicamente, a conflictos del pasado. Todo eso permite tanto a Hatcher como a Condon llevar las tramas por un cauce tranquilo, sereno y de ritmo paralelo al de la mente del protagonista: pausado, con perspectiva y voluntad de contemplación. Esto ahuyentará a muchos espectadores que sólo busquen los compases del cine de verano, pero atrapará a otros que encontrarán hallazgos sencillos y, a la vez, sutiles para descubrir que no es lo mismo conocer los hechos en sí mismos que comprender su significado o sentido. Para reforzar todos esos elementos, Condon otorga fuerza visual a los actores, a los que sitúa ante fondos claros y lisos en su mayoría.

Por supuesto, el film incorpora muchos elementos tradicionales de la saga de Conan Doyle. Sin embargo, también aporta trazos muy interesantes en la construcción de personajes más humanos en su dimensión dramática, e incluso un atisbo de redención de la egoísta soledad de Holmes. Ahí están brillantes no sólo Ian McKellen, sino Laura Linney y el joven Milo Parker.

Firma: Lourdes Domingo