Medianoche en París

Tras unas películas bastante mediocres como Conocerás al hombre de tus sueños y Si la cosa funciona y la ristra de postales retocadas de Vicky Cristina Barcelona, Woody Allen recupera el espíritu de sus comedias sofisticadas en las que lo nostálgico y las reflexiones sobre el proceso artístico se unen a ironías sobre política, sociedad y al sarcasmo sobre el propio mundo del espectáculo.

Muchos de estos aspectos aparecen en uno de sus grandes títulos, Balas sobre Broadway, así como en la semiparisina Todos dicen I love you, donde el humor abarca lo sociológico, pero también la fugacidad o pervivencia del amor; uno de los temas constantes de su filmografía.

Por otra parte, Medianoche en París es un relato muy anclado en la tradición literaria fantástica decimonónica, donde la noche, el tiempo y la lógica sufrían alteraciones que afectaban a los protagonistas, muchas veces escritores o pintores de profesión. Además, por la pantalla del film de Allen desfilan numerísimos personajes de la movida cultural de principios de siglo XX, como el matrimonio Scott y Zola Fritzgerald, Ernest Hemingway, T. S. Elliot, Cole Porter, Picasso, Dalí, Matisse, entre muchos otros. Y por si esto fuera poco, Woody Allen se permite un tercer nivel (en un alarde de metalenguaje) en el que aparecen figuras de la Belle Époque como Toulouse-Lautrec o Paul Gauguin.

El guión tiene momentos divertidos, para los familiarizados con algunos de estos genios citados, pero también quedan guiños para el público habitual del director. Owen Wilson es un actor limitado, pero sabe coger bien el testigo (hasta en los gestos) de ser el alter ego del director, figura habitual cuando el mismo Allen no protagoniza sus comedias. La ambientación fantástica, en los dos sentidos, demuestra que detrás de la historia hay alguien apasionado de los ambientes artísticos, que tampoco deja de ironizar sobre sus extravagancias.

La película sabe entrelazar bien los temas, aunque a veces está al borde de la parodia. Destaca cómo el guión revela el verdadero papel de la nostalgia, que debe servir para ilusionarse con el presente y no para dejar de avanzar, y también la nueva crítica al materialismo de diseño en las relaciones personales.

Firma: Lourdes Domingo