Estamos ante la obra que reúne más enteros para ganar el Oscar de Hollywood del año 95. Realizada con enorme brillantez formal por el célebre actor y actualmente también productor y director, Clint Eastwood, este antiguo “duro” de los “spaghetti-western” de Sergio Leone o el “Harry” de los policíacos de los 70 acaso volverá a ser galardonado por sus compañeros de la Meca del Cine (ya lo hicieron con Sin perdón), donde siempre se admira al “self-made-man” que él asimismo representa. (Finalmente, no recibiría ningún premio).
Para la consecución de esta nueva cinta comercial, Eastwood ha contado con el “best-seller” de Robert James Waller, basado a su vez en una historia real; así como en una cuidada puesta en escena (ambientada en espléndidos escenarios rurales) y en el duelo interpretativo de la hoy madura Meryl Streep y él mismo. Con secuencias de gran entidad y enorme fuerza dramática (como la riña en el desayuno y la doble despedida), el relato goza de una espontaneidad que lo hace creíble en todo momento y consigue arrastrar sentimentalmente al espectador, quien incluso se llega a emocionar y a sufrir con los protagonistas. Es obvio que The Bridges of Madison County es un filme que posee indiscutibles cualidades artísticas. Pero ¿es éso suficiente? Aunque la narración profundiza en la intimidad de los personajes centrales, no podemos dejar de considerar que lo que plantea esta historia es la autojustificación de un adulterio: envuelto en celofán, muy bonito y sublimado, si queremos; pero adulterio, en definitiva.
Es en esa mitificación de un amor arrebatado donde la obra de Clint Eastwood hace agua. Al mismo tiempo, el autor pone en tela de juicio no tanto al matrimonio como institución como la realización de la mujer fuera de la familia; de ahí que, acaso sin quererlo, el público esté calificando de “tonta” a la sufrida protagonista, que no se atreve a huir con el atractivo fotógrafo para autorrealizarse como persona. Solamente, en su permanencia al lado de su marido e hijos, se evidencia el sentido del deber y la lealtad, pero con un sacrificio que queda bastante minusvalorizado o toma visos de frustración, y se ensalzan más esos intensos cuatro días que francamente sí valieron la pena…
Aun así, Los puentes de Madison presenta cierta ambigüedad ideológica y moral (ya que no todo el mundo ha hecho esta “lectura” de la cinta) y muestra las relaciones “amorosas” con un tono de erotismo de lujo, que el realizador intenta corregir con la elipsis o la propia oscuridad de algunas escenas. El mismo Eastwood (divorciado varias veces) manifestó: “El amor perfecto sólo dura un momento y precisa de circunstancias muy especiales; pero si hay historias de amor que se extienden en el tiempo, entonces están llenas de imperfecciones”.
Película, por tanto, romántica, con un guión lleno de trampas sentimentales, y realizada dentro del estilo de los clásicos melodramas de Hollywood, la cual ya está entusiasmando al gran público mundial. De momento, la gente se ha “creído” tanto el relato, que el “National Geographic” ha tenido que negar que publicara en 1965 un número sobre los puentes de Madison y que sus fotógrafos vayan conquistando a aburridas e insatisfechas granjeras durante sus reportajes.
Firma: Redacción
Extras DVD:
- Audio: castellano, inglés
- Subtítulos: castellano, inglés
Madison County (Iowa). Los dos hijos de Francesca Johnson (una emigrante italiana, casada con un granjero americano que conoció durante la II Guerra Mundial) abren el testamento y descubren “otra” realidad sobre su abnegada madre: la última voluntad es que esparzan sus cenizas desde uno de los puentes de Madison (donde vivió un amor imposible), y les “explica” su idilio pasional con un famoso fotógrafo del “National Geographic”, Robert Kincaid, que duró los cuatro días en que ellos (con su también fallecido padre) estuvieron ausentes del hogar al ir a participar en una feria rural, en 1965. La sorpresa y el estupor de ambos se transformarán pronto en comprensión y hasta complacencia; al tiempo que la actitud de su madre influenciará finalmente en la vida de los hijos, quienes ahora padecen análogos problemas matrimoniales.
