Los miércoles no existen

El segundo largometraje de Romano vuelve a ser una comedia coral con seis personajes en vez de ocho, otra vez entre los 30 y los 40 e igualmente liados con sus relaciones sentimentales.

Esta producción, que se estrenó en el teatro y que al parecer funcionó sobradamente en los escenarios madrileños, no acaba de convencer en la gran pantalla. Tiene golpes graciosos sin llegar a ser una comedia, tiene números musicales sin llegar a ser un musical y una buena dosis de drama que queda descafeinada por la sorna con la que se trata a cada uno de los personajes.

Todo esto conduce a una única ristra de anécdotas sobre la errante existencia amorosa de un puñado de urbanitas en busca de ese amor que nunca es el que tienen entre manos. Lo mejor, la extraña inclusión de Esther Rodríguez y Alberto Matesanz cantando en algunas escenas, a modo de coro griego, canciones de la Carrá, los Ronaldos o Julio Iglesias; la siempre refrescante presencia de Gorka Ochoa que justifica que el film pueda etiquetarse como comedia y el espléndido palmito que luce Madrid con todas sus vistas y locales con encanto.

Firma: Anna Puigarnau