De nuevo llega a las pantallas la adaptación de una novela de Nicholas Sparks, el escritor más romántico y cinematográfico de los últimos tiempos. Si en un principio de su carrera sus historias tuvieron algún calado y alguna premisa interesante (Un paseo para recordar o El rescate), en las últimas ocasiones ha comenzado a repetir un esquema y unas formas que, por momentos, llegan a dar vergüenza ajena. Encontramos atardeceres desde un banco, bailes improvisados frente a la chimenea, “espontáneos” baños en la laguna, trabajos en el jardín sin camiseta e incluso miradas furtivas a las estrellas que unen en la distancia, a modo de satélite, a los dos enamorados.
En cuanto al contenido sigue siendo fiel a sí mismo: pequeños dramas humanos como las diferencias y prejuicios sociales entre la chica rica y el pobre, pero inteligente, chico o la falta de un verdadero hogar. Son temas que siempre han atraído, sobre todo a un público femenino y sentimental. Sin embargo, en manos de Hoffman y Sparks se convierten en una copia falsa de los melodramas apasionados de Douglas Sirk y Rock Hudson, en los que clarísimamente se inspiran.
Las comparaciones son odiosas y revelan la pobreza de planteamientos de Sparks. Pretende recuperar el idílico mundo semi-rural de los años 50 y 60, en los que aquellas historias funcionaban, no obstante es incapaz de profundizar en los verdaderos sentimientos humanos y acaba teniendo que recurrir a las escenas sexuales para que le impulsen el film. Y esta mezcla de escenas eróticas con la nostalgia visualmente ñoña que nos muestra resulta un cóctel letal para el espectador.
Hay además otra cuestión que tira por tierra cualquier intento de mirar con buenos ojos esta película. El film se construye a base de flash-backs, en los que nos cuentan la antigua historia de amor entre Amanda y Dawson, y en la elección del chico no han andado muy acertados. James Mardsen da un perfil perfecto para el Dawson adulto, pero su pasado adolescente no hay manera de que se lo crea nadie: Luke Bracey es más alto, más fuerte y hasta parecen de la misma edad. No ocurre lo mismo entre las dos actrices que interpretan a Amanda, aunque cada vez que sale Bracey nos da la impresión de que alguien ha cambiado de canal y estamos en otra película. Ojalá.
Firma: Esther Rodríguez
Tras salvarse milagrosamente de un accidente laboral, Dawson recibe la llamada de un notario que le informa de que un viejo amigo ha fallecido y deben reunirse para hablar de la herencia. Vuelve entonces a su pueblo natal y allí deberá hacer frente a su pasado, a las heridas no cerradas y, en especial, al hecho de reencontrarse con Amanda, su amor de juventud, a la que nunca ha dejado de querer.
