Llenar el vacío ha supuesto la entrada de la tradición cinematográfica jasidista en la distribución abierta. Rama Bursthein formó parte de un grupo de mujeres judías ortodoxas y cineastas que rodaban films para el interior de su comunidad. Esta neoyorquina que viven en Israel ha sido la primera de ellas que se ha lanzado al mercado internacional, además con un resultado positivo y bien valorado.
Nominaciones en los Independent Spirit Awards, mejor fotografía en los European Films Award, además del mejor palmarés de la Academia Israelí, se suman al éxito en Venecia 2012 donde participó en concurso y su joven protagonista se llevó la Copa Volpi a la mejor actriz. Además, la película logró una mención especial en los Signis.
El jasidismo es un movimiento religioso judío que nace en la Europa del este del siglo XVIII y que revitalizó la fe potenciando elementos de tradición como cánticos, bailes y relatos. La película de Rama Bursthein es profusa en mostrar todo eso sin convertirlo en el foco del relato; al contrario, esos momentos forman parte del desarrollo de la trama. De hecho, el mismo conflicto está íntimamente relacionado con la tradición y el fuerte vínculo que la une a la piedad y obediencia hacia los padres.
Bursthein no busca la apología ni la polémica y, por eso su guión, es más sabio de lo que aparenta su sencillez. Deja que el espectador se pasee cómodamente e incluso le impulsa a plantearse la validez o sentido de costumbres tan alejadas de nuestra sociedad occidental. Además, el dibujo complejo y nada maniqueo de los personajes permite no sólo esta implicación sino un acercamiento más sincero desde todos los puntos de vista.
En este sentido, la interpretación de todo el elenco es muy convincente, aunque realmente Hadas Yaron sobrelleva el peso de la duda, la transición de la adolescencia a la edad adulta y la elección entre lo ansiado con ilusión (y supuestamente auténtico) y lo conviene familiar y socialmente con una poderosa calma y fragilidad.
La cámara de esta directora y guionista ilustra o expresa todas esas realidades a través de un selectivo enfoque y desenfoque dentro del mismo plano. Juega así más con lo que sucede en cuadro que con un montaje reactivo y se acerca con él, seguramente más a ese planteamiento de meterse en materia que enfrentarse a ella.
Firma: Lourdes Domingo
Una familia ortodoxa de Tel Aviv prepara el acceso al compromiso concertado de la hija más joven. Shira, de 18 años, está a punto de prometerse con un joven de la misma edad y entorno social y una mirada furtiva al chico en el supermercado le ha ilusionado enormemente.
Durante la fiesta del Purim, su hermana mayor Ester, de 28 años, muere al dar a luz a su primer hijo. El dolor y el luto posponen el enlace de Shira. Todo cambia cuando Yochav, el viudo de Esther, recibe una oferta de matrimonio de una viuda en Bélgica. Para Yochav es demasiado pronto, aunque sabe que tarde o temprano tendrá que considerar seriamente casarse de nuevo. Cuando la madre de las chicas se entera de que Yochav va a abandonar el país con su único nieto, le propone un matrimonio con Shira.
