Adaptación de Por un puñado de cerezas, el libro autobiográfico que el mismo Edmon Vidal escribió para relatar sus andanzas desde ladrón de poca monta, a coordinador de un equipo estructurado, siempre en combate con sus principios morales sobre lealtad y ciertos límites en los medios para conseguir fines.
Olvier Marchal ha forjado la mayor parte de su carrera entre criminales de celuloide con más o menos éxito, aunque sí esfuerzo por aportar cierta personalidad: Gangsters, Asuntos pendientes, MR 73 e incluso la serie Braquo son sus logros más conocidos.
A pesar de su afanoso trabajo, junto a Edgar Marie, en la fragmentación temporal de la vida de Momon (con continuos saltos entre pasado y presente), en la fotografía algo fría y en combinar un ritmo rápido en las escenas de acción –sin caer en cargantes momentos videocliperos- con momentos donde la pausa y la reflexión se convierten en protagonistas, Les Lyonnais no convence como película para la gran pantalla.
La magnitud de lo que se quiere contar, real (de veras) como la vida misma –los vínculos entre política de los 70 y crimen organizado, los lazos familiares y patriarcales como los prioritarios, las lealtades en la amistad ciegas hasta la muerte, las diversas dobles morales…- y cómo se ha escogido contarlo está más cerca de la miniserie televisiva, tal y como parecen preconizar títulos de crédito.
Sin embargo, Marchal ofrece una nueva dosis de lo que sabe hacer; no engaña en ningún momento con pretenciosas aspiraciones. Da protagonismo a una figura, Momon, que refleja las contradicciones del hombre frente a la libertad y la sociedad: hacer el bien en tiempos adversos no es fácil, mantener una ética firme pero en gran medida de doble rasero, tampoco. Y es que esas personalidades, complejas y contradictorias, que desfilan por nuestras calles de vez en cuando, suponen un jugoso caldo para un guión; algo que no siempre se sabe cocinar con todo el buen gusto posible. Aquí se ha quedado en un estadio medio, aunque aceptable para paladares afines al cine del gángsters.
Firma: Lourdes Domingo
Momon creció como un niño pobre, estigmatizado en la escuela por su procedencia gitana. Con un único amigo, Serge Suttel, como compañero de andanzas, sus vidas dieron un giro aún mayor cuando cumplieron una pena de cárcel desproporcionada por robar una caja de cerezas. Después de la prisión vinieron unos años de “gloria”, en los que ambos organizaron una exitosa banda de ladrones, Les Lyonnais, a la vez que Edmon conocía a Janou, su futura mujer.
Un aparatoso arresto en 1974, le puso de nuevo entre rejas a él, varios de sus compañeros e incluso a su novia. Con 60 años, Momon recuerda todas esas andanzas, cuando Suttel reparece en sus vidas y le reclama una ayuda que pone en peligro la estabilidad familiar que ha conseguido.
