Las razones del corazón

En Las razones del corazón todo gira en torno al personaje principal. Un personaje femenino que, tal y como afirma Ripstein, es la Madame Bovary mexicana. Emilia es una mujer desencantada con la vida, con su marido y con su hija, que es capaz de llegar al extremo por la relación con amante, un saxofonista que vive en la azotea de su mismo edificio. Un hombre interesado que nunca la ha amado.

Tal y como afirma la cita de Pascal de los créditos iniciales, “el corazón tiene razones que la razón no entiende”. Una premisa utilizada por el director para contar una historia densa y lenta llevada al extremo, una excusa descarada para dibujar a una mujer inmadura, egoísta, irracional y mentirosa que –pobrecita-, está enamorada y no es correspondida. Los demás personajes tampoco son capaces de aportar un rayo de luz.

Partiendo de un guión de su habitual partenaire cinematográfico, Paz Alicia Garciadiego, hay escenas cuyos diálogos rayan el culebrón, todo es exageradamente oscuro y, por supuesto, la culpa nunca recae en las personas que potencian que el problema se agrave. Un ejemplo es la relación de Emilia con Nicolás, su amante. Ésta tiene graves problemas económicos por haber cedido a todos los caprichos de él. A partir de ahí, todo es una bola que va haciéndose grande a medida que llegamos al final de la película.

Todo es depresivo, a lo que ayuda el ritmo habitual de Ripstein, con largos planos y una única escenografía: el edificio donde sucede todo, sobre todo, el destartalado apartamento de Emilia.  Película muy fiel al estilo del director.

Firma: Andrea Rodríguez