La vida sin Grace

La historia nació del extraño recuerdo del propio Strouse cuando viajó con su hermano y sus hijas a un parque de atracciones para alejarse de un divorcio especialmente duro. 

En esa huída hacia un mundo de felicidad artificial, ficticia y recreada, la película encuentra la dimensión perfecta para hablar de lo que muchas veces sucede: el miedo a afrontar la realidad por muy dura que sea, y el miedo a hacer sufrir a los demás desvelando o revelando esa verdad. La huída no es la solución, a pesar de que en la película –a modo de road-movie familiar- ese camino (exterior e interior) le permite a Stanley (un impresionante John Cusack) conocer de veras a sus hijas –sus aspiraciones, sentimientos y miedos- y conocerse a sí mismo y sus carencias como padre, sobre todo las afectivas (más palpables por la ausencia de la madre). 

El acierto de la película –simple, llana y a pesar de que huye de la lágrima fácil, cae en algún momento de complaciente y fácil sentimentalismo- es que no pretende abrir un debate político, aunque está latente y compensado con la figura del hermano de Stanley, sino explorar el peliguado universo del dolor, la familia y la aceptación de la realidad. 

La dinámina entre Strouse y Cusack fue fluida, debido a que el protagonista es también uno de los productores, y esa sana comunicación también se trasluce en el trabajo entre actores: la frescura de la interpretación de las dos hijas –con sus diferentes caracteres, pero niñas al fin y al cabo- es poco habitual en el cine americano y aporta una gran verismo a la película. Como curiosidad, la banda sonora ha sido realizada por Clint Eastwood. Precisamente, por ella fue finalista a dos Globos de Oro, y aunque no se los llevó, la película sí que ha recibido otros premios como el del Público en el Sundance.

Firma: Montserrat Bros

Extras DVD:

Idiomas: inglés, castellano, catalán
Subtítulos; castellano, catalán
Entrevistas; Detrás de las cámaras
Tráiler; Ficha artística y técnica
Filmografías selectas.