Esta película, dirigida por la suiza- canadiense Léa Pool, resultó ganadora del Premio del Público en el reciente Festival de Quebec, alcanzando un considerable éxito de taquilla en Canadá. Léa Pool inició su carrera en 1979 con Strass Café y desde aquellas fechas más de veinte títulos llevan su firma.
Con La pasión de Augustine, su obra más reciente, entra en el segmento de cinta coral dirigida a un público entregado sin condiciones a la degustación placentera de un guión sin trampa ni cartón; incluso con “happy end” previsto desde las primeras imágenes (aunque no por ello menos apreciado) ante el evidente transcurso de dos horas sin sobresaltos. Esta característica, después de una más que evidente difusión de violentas secuencias en muchas de las cintas que acostumbran a visitar nuestras pantallas, es de agradecer en grado sumo; como sucedió, para citar un ejemplo, con Los chicos del coro, otro título del mismo estilo que, en su época, nos permitió salir de la sala con la sonrisa en los labios.
Los bellísimos planos nevados del país de origen y una cuidada escenografía de interiores en la escuela de música complementan adecuadamente esta cinta de auténtico relax para el espectador y especialmente adecuada para las fechas de su estreno.
La actriz Céline Bonnier, con merecida fama en la televisión canadiense, da vida a esta singular Madre Augustine. Esta, con su rigidez conventual por una parte y su condescendencia ante el fenómeno musical que aparece de golpe ante sus ojos, crea al tiempo que un personaje de auténtica sensibilidad, una visión más afectiva de su propia actitud cristiana ante el inmediato devenir de la historia de la humanidad.
Firma: Joaquín Guitart
Canadá, años 60. La revolución social y cultural empieza a tomar forma en la conservadora ciudad de Quebec.
En una pequeña escuela de las afueras, hasta ahora aislada de los cambios de la gran ciudad, la Madre Augustine (Céline Bonnier) dedica su vida a enseñar, a través de la música, a jóvenes chicas de familias con dificultades. De pronto, un nuevo prodigio del piano entra en la institución, su sobrina Alice (Lysandre Menard) recordándole un pasado que había dejado de lado para siempre.
Con Alice, la pequeña escuela comienza a ser una joya musical que gana cada Gran Premio. Pero cuando el Gobierno de Quebec introduce un nuevo sistema de educación pública, sus métodos comienzan a ser cuestionados y peligra su supervivencia. Augustine y sus alumnas lucharán con lo más importante de que disponen: su música…