Aardman realiza un trabajo casi único en el sector de la animación. Por un lado, por la metodología. Su trabajo con plastilina, arcilla o silicona y la filmación fotograma a fotograma (“clay motion”) les convierten en unos artesanos en pleno siglo 3D, al mismo tiempo que no desaprovechan lo que la moderna tecnología pueda aporta a su sistema de producción. De hecho, el ritmo era de unas 40 ó 50 tomas a la semana, que se transformaban en unos dos minutos o dos minutos y medio del total de la película.
Y por otro, porque Aardman y, en concreto, las creaciones de Nick Park (Wallace & Gromit, La oveja Shaun para TV) mantienen el espíritu clásico del slapstick con lo mejor de ese cine mudo y el de sus sucesores: su capacidad de trasmitir emociones con el gesto y los objetos y la visión irónica y elegante de la sociedad urbanita que nos dejó Jacques Tati. Y todo esto, sin perder un ápice de modernidad en la conexión con el público de edades muy diversas.
Esa continuidad con el estilo Aardman se da gracias a la pareja de directores y guionistas, Mark Burton y Richard Starzak, que ya han tenido experiencia con la compañía de Bristol. Ambos confeccionan La oveja Shaun: la película como una apuesta llena de virtualidades y vistosidades que la hacen simpática, divertida e incluso emotiva para espectadores de edades y gustos diversos. Perfección escenográfica, detallismo en los objetos y una manera de moldear los gestos de manera precisa y viva convierten en innecesarias las voces, las frases y las bromas fáciles o de mal gusto que, a veces, se cuelan en productos de animación. No hay que olvidar que la película viene avalada por la serie televisiva de la que procede. Los 140 episodios a sus espaldas, emitidos ya en 170 países, han sido la mejor prueba piloto para este film.
En su conjunto, La oveja Shaun elabora una tierna, realista y comprensiva alabanza al hogar y a esas rutinas que, a veces, pueden resultar tediosas y aburridas, pero que según Shaun, y no le falta razón, con un pellizco de aventura y amistad, las podemos volver a valorar.
Firma: Lourdes Domingo