En Occidente, la figura del samurái resulta tan fascinante como incomprensible. Los valores que ostentan son universales (honor, fidelidad, entrega…) pero la radicalidad de su ejecución nos resulta como poco desconcertante.
La película recrea una importante leyenda japonesa que, como casi siempre, parte de hechos reales. Éstos tuvieron lugar en el siglo XVIII cuando 47 ronin (samuráis sin señor) juraron luchar para hacer justicia y vengar la traición que llevó a su señor al “sepuku” o suicidio ritual. No es la primera vez que esta leyenda es llevada al cine (el propio Mizoguchi firma la versión de 1941), pues la belleza de sus ceremonias y la épica de sus acciones hacen que los samuráis resulten siempre un buen reclamo para el público.
Sin embargo, como decíamos al principio, la radicalidad de estos luchadores fascina y espanta a la vez, al menos en la parte occidental del planeta. Puede que haya sido esto lo que ha llevado al equipo de Carl Rinsch a envolver esta historia en un contexto de magia, sortilegios y brujería que, si bien encaja con lo mítico del tema, nos separa de algo que ha sido una realidad durante muchos siglos de la historia de Japón.
Es encomiable el cuidado que se ha puesto en la reconstrucción del ambiente de dicha sociedad feudal. El trabajo que realiza Penny Rose (diseñadora de vestuario con una larguísima trayectoria, en la que ha repasado la historia universal, desde el Rey Arturo a las guerras mundiales pasando por el pirata Jack Sparrow) es meticuloso (y muy imaginativo) y es la principal baza para dotar de esplendor a los soldados, sus mujeres y sus palacios. También la banda sonora colabora con eficacia para subrayar la épica de las batallas, tanto las que se combaten con armas como las que se desarrollan contra el propio orgullo o la injusticia.
Y de la fotografía podríamos decir que va, como debe ser, de la mano del guión y de ahí su grandeza y su debilidad. Este camino intermedio que Rinsch, director casi novel, ha tomado entre lo real y lo mágico hace que utilice recursos propios de las películas fantásticas, como iluminar con nitidez el palacio de Ako (el de los protagonistas) y dejar en una oscuridad casi ruinosa el de Kira (es decir, el de los malos). La fotografía cumple y deja claro que se está librando una batalla entre las fuerzas del bien y del mal, pero de este modo nos sumerge en el fascinante mundo de Tolkien, sacándonos para ello del mundo real en el que se movían los samuráis (lo que no deja de subrayar lo universal de los valores humanos que ambos defendían).
Este recurso a la fantasía le sirve además a los guionistas para justificar la inverosimilitud de algunas soluciones de la narración, como el hecho de que sobrevivan casi todos a la emboscada del templo o la propia figura de la bruja, una mujer vulgar y provocativa, a la que el guión utiliza de comodín para desatascar cualquier situación.
A pesar de todo lo dicho, La leyenda del samurái es un interesante y preciosista acercamiento a tan singulares luchadores y una entretenida película donde el amor, la fidelidad, el respeto, la valentía, la justicia, etc. entretienen y emocionan a cualquier espectador.
Firma: Esther Rodríguez
Extras DVD:
- Audio: español, inglés, alemán, italiano, alemán, turco
- Subtítulos: español, inglés para sordos, italiano, alemán, portugués, turco
Un niño mestizo con extraordinarias destrezas es recogido por un señor feudal japonés, a pesar del recelo de sus samuráis y de la oposición de su propio hijo. Con el paso del tiempo, el rechazo continuará pero cuando la desgracia caiga sobre su pueblo, los samuráis acudirán a él para que les ayude a reparar la injusticia y vengar la muerte de su señor.
