La invitación

La premiada como mejor película en el último palmarés de Sitges (2015) se estrena ahora con ese interesante preámbulo. Detrás de esta producción se encuentra el equipo al completo de dirección y guión de Aeon Flux. La propia Karyn Kusama es responsable de títulos más valorados, como su ópera prima Girlfight (2000), y otros que llamaron la atención fugazmente como Jennifer’s body.

Con La invitación sucede algo extraño como lo extraño que impregna su guión. Por un lado, se presenta como un título sugerente y alternativo en cuestiones de terror psicológico. Y por otro, se vende como una prima-hermana de la paradigmática y única La semilla del diablo. Sin embargo, su experiencia –es decir, lo que pasa desde el lado del espectador– es algo ambivalente.

El film mantiene la tensión y el interés, pero lo hace más como un ejercicio de escritura, planificación y montaje para jugar con la ambigüedad en las emociones de quien está en la butaca. No obstante, esa atmósfera, que es poderosa en bastantes momentos, se esfuma en otros, donde aflora el aspecto de telefilm que ofrece la mayor parte del casting y, ocasionalmente, la iluminación y el tratamiento del sonido.

No puede negarse el esfuerzo que pone Karyn Kusama en controlar el efectismo de su trabajo sobre el espacio. Sin embargo, tampoco puede negarse que a los personajes les sobra esquematismo y a las tramas les falta profundidad. Toda la cuestión del dolor y la culpa por la pérdida de un ser querido se aborda directamente y con pocos matices nuevos: todo queda entre el fanatismo irracional o el vacío existencial.

En realidad, el film no pretende resolver nada tal y como manifiesta su telón sorpresa final. Sin spoilers de ningún tipo, La invitación cumple un objetivo básico: sostener la mirada del espectador amante del género. Quizá es suficiente.

Firma: Lourdes Domingo