La cordillera

Santiago Mitre y Mariano Llinás, que ya habían trabajado juntos en Paulina también con Dolores Fonzi , se adentran en el terreno de mezclar el thriller político con el drama personal.

Ambos tejen una trama que emplea con talento los recursos espaciales. Todo el enclave andino, la llegada en avión con sus premonitorias turbulencias, sus carreteras e incluso el hotel, filmado en ocasiones a modo de enjambre, acompañan una presentación de personajes que se despliega con lentitud pero seguridad.

Mientras se entra de puntillas en cada una de las cuestiones que confluirán en el conflicto del protagonista, el mismo y la trama destilan interés y una ambigüedad bien dosificada. Sin embargo, poco a poco, resulta que el guion ambiciona más, salta de tono con poca coherencia (la faceta desinhibida es errática e inconexa y la psiquiátrica demasiado instrumental) y quiere mirar desde la cumbre (en varios sentidos) cada parte del argumento.

No puede decir que desencante ni que venda aire o que no sea verosímil su dibujo del esquema político. No obstante, La cordillera, con un buen cartel de intérpretes (desde Ricardo Darín a Érica Rivas ), se mece en una oscuridad existencial y en una indeterminación final que puede no ser del gusto de unos cuantos espectadores.

Firma: Lourdes Domingo