La chica más feliz del mundo

Radu Jude dirige y escribe su primer largometraje presentando un interesante retrato de la nueva Rumanía que lucha por abrirse camino en el mundo occidental. Para ello escoge a una familia de clase media con apuros económicos y mezcla este realismo con el ficticio, y a veces cruel, mundo de la publicidad.

La película plasma de una manera muy realista una sociedad en desarrollo donde todos luchan por abrirse camino y mejorar su nivel de vida. Todo gira entonces entorno al rodaje del anuncio y la prosperidad y felicidad que la nueva sociedad de consumo traerá a los rumanos. Pero al final queda patente que los sueños a veces, como los de Delia, son tan sencillos como el ser aceptada entre los jóvenes de su entorno o el de poder gozar, de una vez, de cierta estabilidad familiar.

Jude quiere ser muy objetivo en su planteamiento y en su narración y por eso filma la película en largos planos con cámara fija para que sea la vida la que pase por delante del espectador y éste pueda contemplarla tal y como está sucediendo. No hay música incidental y el sonido de fondo es el de la propia ciudad, con su tráfico y sus ruidos habituales. La luz también refuerza el realismo al variar conforme avanza y declina el día en el que se desarrolla la acción. Sin embargo los recursos se le acaban al director a partir de la primera media hora y comienza a repetirse en los planos y en los diálogos y lo que en un primer momento impactaba acaba ralentizando la película por lo reiterativo.

El resultado es un cuadro costumbrista en el que la amable mirada del director no puede ocultar su visión pesimista del presente. De esta manera consigue que el espectador se sacuda el aburrimiento y se interrogue acerca de los valores que rigen nuestra sociedad y sobre lo que verdaderamente puede hacernos ser la persona ”más feliz del mundo”.

Firma: Esther Rodríguez