La casa Rusia

Estamos ante una espléndida película de espías, basada en el best-seller homónimo del especialista John Le Carré. El australiano establecido en Hollywood Fred Schepisi (Plenty, Un grito en la oscuridad), ha demostrado su buen oficio al trasladar a la pantalla con gran eficacia narrativa el siempre enrevesado relato del famoso novelista. A tal fin, el realizador ha contado con un notable equipo técnico-artístico y las creaciones de Sean Connery (¡qué lejos ya de su James Bond!) y la nueva Greta Garbo, Michelle Pfeifer; junto a unos secundarios también de excepción: Klaus Maria Brandauer, como el intelectual ruso, James Fox, como el jefe del espionaje británico, y Roy Scheider, como el agente de la CIA.

Los escenarios naturales en que se han rodado el film (Moscú, Leningrado, Londres y Lisboa) benefician enormenente su atractivo y brillantez formal. Pero tan interesante como su apasionante puesta en escena (plena intriga psicológico-argumental y de una acción pausada aunque no exenta de riesgos) resulta la voluntad de expresión de los autores.

En La casa Rusia se evidencia, por un lado, una aguda crítica a los intereses de los países que capitanearon la Guerra Fría. Y por otra parte, en vísperas del debacle de los países del Este y de la caída de la propia Unión Soviética, la película rompe una lanza en favor de la solidaridad humana y el entendimiento entre los pueblos antaño enemigos.
 
La historia romántica de los protagonistas (muy medida e incluso enternecedora) es el colofón de que antes deben estar las personas que las ideas políticas. La misma autorización del rodaje del film en la entonces URSS además, de cómo se trata el espionaje de las ayer intocables USA y Gran Bretaña es muy significativo. En este sentido, Le Carré-Schepisi intentan evitar el maniqueísmo fácil, aunque no siempre lo consiguen en su discurso de fondo.

Firma: Redacción