La cabaña en el bosque

Ópera prima de Drew Goddard, un hombre de cine y televisión que ha revoloteado como guionista por la zona Abrams (Alias, Perdidos, Monstruoso) y por la de Damon Lindelof (también responsable de Lost) en Guerra mundial Z.

Goddard y Joss Whedon (Los Vengadores), amigos y fervientes apasionados del terror y el fantástico, homenajean, según confiesan ellos mismos, el fantaterror. Esta especie de subgénero, muy arraigado en el cine español, encuentra su edad dorada en Hollywood durante los años 70 y 80 con nombres como John Carpenter o Wes Craven a la cabeza. Los stalker films, los splatter y demás fueron apodos que se ponían a sagas como Halloween, Pesadilla en Elm Street o Viernes 13, en las que la sangre, la crueldad y el castigo a una juventud promiscua y superficial venía de la mano de malvados antagonistas, carentes de psicología.

De hecho, los guionistas de La cabaña en el bosque se consideran muy deudores de La Cosa de Carpenter, así como del literato H. P. Lovecraft. Sin embargo, la película no se queda ahí. Abundan otros referentes, a los que no escapa ni la telerrealidad ni los aspectos más conspirativos de Perdidos. Ambos cineastas dominan los clichés visuales y sonoros, así como los personajes, del fantaterror y los llevan a un terreno, en el que lo cómico y lo trágico conviven con bastante comodidad en el guión e incomodidad para el espectador normal.

Se trata de un divertimento (para fans del terror) con regusto a serie B y con todos los números para convertirse en un título de culto, sobre todo por su alto nivel metacinematográfico, en el que grandes secundarios como Richard Jenkins o Bradley Whitford demuestran que el oficio y el talento les hacen creíbles en cualquIer terreno.

Firma: Lourdes Domingo