Tras el pequeño y agradable renacimiento del cine mudo producido por The Artist, los amantes del silente disponen de la oportunidad perfecta para dar continuidad a este fenómeno tan genuinamente cinematográfico con la proyección (a menor escala) de la restaurada La bendición de la tierra, una obra perdida e incompleta que, noventa años después de su producción, reclama el lugar que le corresponde en los orígenes del séptimo arte.
Basada en la novela homónima del Premio Nobel de Literatura Knut Hamsun, la película fue filmada por Gunnar Sommerfeldt en 1921, aunque sus principales copias quedaron maltrechas y desgastadas pocos años después. Se tiene constancia de su estreno en Nueva York en el año 1929, por una reseña en la revista Variety que calificaba de incoherente al film, debido, casi con toda seguridad, al mal estado de la cinta. Durante décadas, la obra quedó enterrada en el olvido hasta que en 1971 fue recuperada la defectuosa copia estadounidense, de una duración aproximada de 60 minutos. Ya en los noventa, una segunda cinta fue hallada en el Filmmuseum de Holanda, y sobre la base de estas dos copias, el guión original, también recuperado, y la propia novela de Hamsun, se inició su restauración, completada en 2009 a través del uso de técnicas digitales. El resultado final es el metraje exhibido a día de hoy, al que le faltan entre 20 y 30 minutos que no se han podido recuperar de la segunda mitad de la película.
La excelente partitura musical del film, originariamente compuesta por Leif Halvorsen, fue hallada en Noruega, en la Biblioteca Nacional del NRK, por Frank Strobel, autor de la reedición orquestal de otros clásicos del cine mudo como El acorazado Potemkin, de Eisenstein, Metrópolis, de Fritz Lang, o el Nosferatu de Murnau. El mismo Strobel se encargó de dirigir y adaptar una nueva grabación de la composición musical a la definitiva restauración de La bendición de la tierra.
La película se enmarca en una evocadora corriente naturalista, que funde al hombre con la tierra y ejerce de elemento expresivo y sugerente de la realidad. Sommerfeldt consigue captar la esencia de los parajes y escenarios nórdicos, así como el impacto que producen en sus personajes y en su realización, tanto a nivel personal como de colectivo. En este sentido, el hombre de La bendición de la tierra se forja a sí mismo en su convivencia y adaptación a una naturaleza revelada como fuente de vida y cimiento de la civilización.
El sentido épico de la cinta parece encontrar ciertas equivalencias en otra de las grandes epopeyas fundacionales de la época: El nacimiento de una nación, de D.W. Griffith. Sin embargo, si el film de Griffith mantenía unas líneas historicistas en torno a la reconstrucción del pasado y los orígenes, aquí se asientan las bases de la civilización en forma de mito, a través de la leyenda y de diversas resonancias místicas cuyo primitivismo, combinado con elementos contemporáneos, otorga un carácter más atemporal a la narración. A ello contribuye, también, el paradigmático elenco de protagonistas a través de los cuales quedan personificados los rasgos más fundamentales de la condición humana.
Narrativamente, la obra se resiente en su segunda mitad debido a las lagunas argumentales provocadas por la pérdida de parte del material original de la cinta, que obligan a un final con algunos desajustes y discontinuidades. Aún así, el resultado global, tanto del film como del trabajo de restauración, es excelente y merecedor de ser disfrutado en la gran pantalla por todos aquellos nostálgicos de esta forma de hacer cine, y por cualquier amante del séptimo arte. Oportunidades como esta no se presentan todos los días, y la experiencia es, sencillamente, extraordinaria.
Firma: Juan Xipell
Isaak, un misterioso viajero sin pasado, se asienta en una fría y solitaria parcela de terreno alejada de la civilización. Pronto recibe la visita de Inger, una mujer repudiada de un lejano pueblo. Juntos formarán una familia mientras dedican sus vidas a trabajar una tierra que, con los años, se convertirá en un lugar próspero y poblado.
