El retrato de cierta sociedad rural norteamericana, dura, agreste y desnaturalizada, que refleja Joe, no resulta una novedad pero suele dar buenos resultados cinematográficos ya desde Conspiración de silencio, de John Sturges, por citar algún clásico. El protagonista, a su vez, parece querer enlazar con el legendario vaquero solitario, inadaptado y letal pero de buen corazón, que se mete siempre en líos en pos de la justicia. Una suerte de Ethan Edwards, pero desprovisto de romanticismo y de algún tipo de autocontrol.
Tanto guionista como director han sabido observar a sus mayores y mezclar, apoyándose en un esforzado Nicholas Cage, todas las influencias anteriores. Han sabido, a su vez, manejar con maestría todos los aspectos de la dirección artística para crear ese ambiente duro, húmedo y hostil que comparten tanto la naturaleza como sus habitantes.
Pero es en esa “asignatura” de Geografía Humana donde ambos pinchan, bien por falta de profundidad personal, bien por falta de experiencia en sus labores de guión y dirección (y prefiero decantarme por esta segunda causa). El retrato de los personajes carece de matices coherentes, a pesar de que el punto de partida de los mismos resulta atrayente. Dejando aparte a Joe y a Gary (mención especial, como en Mud, a Tye Sheridan), los tipos humanos que les rodean solo se presentan de un modo bastante superficial y algo caricaturesco.
Se generan unas expectativas en el espectador que luego no se cumplen: la familia de Gary, los de la casa del ciego, el dueño de la tienda (la exposición sobre el origen de sus aficiones es cinematográficamente superflua y se carga a un tipo con mucho encanto inicial), la dueña del burdel, la aspirante a novia (uno de los personajes más desafortunados, ya que o lo usas para humanizar, y entonces hay que trabajarlo un poco más, o queda como un apósito artificial), etc. Todos estos caracteres que deberían ayudar a construir el universo de Joe y ayudarnos a entenderle mejor van desfilando por la pantalla y parece que solo lo hacen para fastidiar o calmar a Joe, no como personas autónomas con vida propia.
Tan solo la relación entre Joe y Gary, una especie de paternidad tardía y adoptiva, llega a calar y a dar la profundidad humana pretendida. Es una lástima que se pierda entre tanta brutalidad inexplicada y tanto personaje desnortado y tan pobremente dibujados.
Firma: Esther Rodríguez
Joe es un exconvicto que se gana la vida dirigiendo una cuadrilla de leñadores. La dureza del trabajo le ayuda a combatir sus accesos de violencia, que fueron los causantes de su estancia en prisión. Desde entonces procura no meterse en líos, pero las injusticias que se cometen a su alrededor le impiden mantenerse al margen.
Ahora ha conocido a Gary, un adolescente que le pide trabajo para poder alimentar a su madre y a su hermana, ya que su padre solo bebe y les causa multitud de problemas.
