Hace quince años empezó la amistad cinematográfica entre Carlos Saura y Vittrorio Storaro -director de fotografía ganador de tres Oscars por El último emperador, Rojos y Apocalypse Now-, con la película Flamenco, un canto visual al arte más popular de nuestro país. Ahora, la unión se consolida en uno de los trabajos más brillantes de su director.
Io, Don Giovanni mezcla en la pantalla tres artes. La ópera con la música de Mozart, la gran protagonista, es el hilo conductor que introduce al espectador en la historia y enmarca los fotogramas dentro de una teatralidad muy bien conseguida. Saura y Storaro forman la pareja perfecta a la hora de equilibrar la narración de Da Ponte con los momentos musicales de las arias más famosas de Don Giovanni mediante telones, juegos de sombras y trampantojos. Unas soluciones visuales que hacen que toda la película aparezca como un gran escenario ante los ojos.
En segundo lugar, la biografía del libertino, su relación con el compositor austríaco y el verdadero amor que siente por Annetta otorgan profundidad al film con reflexiones morales acerca del libertinaje y la fuerza catártico-redentora de la ópera. La decisión de contar historias paralelas que se yuxtaponen y complementan no es nueva para Saura, Tango ya abordaba el juego de la música y la narración, exprimido hasta el fondo en Io, Don Giovanni.
Por último, la fotografía de Storaro merece una mención aparte. Las luces, las sombras, la escenografía (sin olvidar el color rojo intenso de Saura) y los espacios abiertos y cerrados plasman el ideal barroco de la época, pero disipando toda frontera entre lo real y lo ficticio.
Por lo que respecta a los actores, algunos pueden notar cierto esquematismo en sus interpretaciones, aunque en general, todos hacen un buen papel –destaca Lino Guanciale en la piel de Mozart, que logra distanciarse de Tom Hulce en Amadeus, a pesar de que muchas escenas puedan recordárnoslo-. Además, el impresionante vestuario les acompaña y potencia sus caracterizaciones.
En definitiva, un película muy recomendable (nada aburrida) para los amantes de la ópera en general y de Mozart en particular, pero también para aquellos que busquen una historia contada desde otra perspectiva.
Firma: Andrea Rodríguez
Lorenzo Da Ponte, judío converso y sacerdote, es exiliado de Venecia por la Inquisición a causa de difundir versos contra la Iglesia. Su gran amigo y mentor, Giacomo Casanova, le ayuda a introducirse en la corte vienesa presentándole al compositor Salieri que, a su vez, le conduce hasta W. A. Mozart. Para él escribirá tres óperas Las bodas de Fígaro, Cosí fan tutte y una de las más conocidas y admiradas: Don Giovanni.
