Into the woods

La película de Rob Marshall se inspira de nuevo, como ya hizo con Chicago, en un musical. Esta vez se trata de la creación de James Lapine y Stephen Sondheim, que triunfa en Broadway desde 1987. Los tres son artistas destacados del mundo del espectáculo en general: Marshall recibió el Oscar, precisamente, por Chicago y dirigió Piratas del Caribe: En mareas misteriosas; Lapine es ganador de tres Tony a la mejor música, junto con el reconocido compositor Sondheim, que ha ganado ocho.

Into the woods es un cuento de hadas modernizado, en los que los intérpretes, sobre todo los de los personajes secundarios, provienen del mundo teatral; algo que hacen patente con unas infantilizadas actuaciones. Este hecho ayuda a compenetrarse con el público más pequeño, aunque los que mejor van a entender el mensaje y sus exageraciones son los adultos.

Los diálogos están escritos de forma que los relatos (Rapunzel, Cenicienta, etc.) no pierdan su esencia; mientras que el matrimonio protagonista, junto con la Bruja, aportan el toque de humor a situaciones absolutamente típicas del imaginario Grimm.

La unificación de las fábulas permite tocar muchos temas, como la avaricia, el poder o las relaciones familiares, como consecuencia de los deseos pedidos por los protagonistas. Sin embargo, el principal mensaje se centra en afirmar que no hay arma más poderosa para el ser humano que el amor incondicional, a la vez que se insiste en que “nadie está solo”. Precisamente, ésta es una frase muy presente en el musical, que el director recogió del discurso de Obama a los familiares de las víctimas del 11-S en el décimo aniversario del atentado.

Into the woods representa el recorrido que la vida nos tiene preparada, con todas sus agradables sorpresas, pero también con su menos deseables encuentros, que nos hacen crecer.

Firma: Montse Figuerola