Érase una fe

En 2009 Charles Guilhamon y Gabriel de Lépinau se montaron en sus bicicletas y salieron de París entre los aplausos de sus amigos y conocidos. Les esperaba casi un año de pedalear sin apenas descanso por carreteras o caminos de piedras, dormir al raso, comer de lo que les ofrecían o ser empujados a la cuneta por grandes camiones.

Pero estaban decididos a conocer de primera mano la realidad del cristianismo en lugares tan distantes en cultura, sociedad o política, pero tan cercanos en cuanto a la vivencia de la fe. De una manera algo rudimentaria grabaron en vídeo toda la aventura y con dicho material realizaron el documental que ahora se estrena.

La película es un cuaderno de viaje que seguimos gracias a un simpático mapamundi, que insertan de vez en cuando, y a los rótulos que indican los lugares a los que llegan. Pero no hay más guión que ése por lo que en algunos momentos resulta un poco confuso y repetitivo. Tampoco está muy logrado el doblaje, pues la elección de algunas voces no ha sido muy acertada y esto resta realismo y verosimilitud a los testimonios. Hubiese sido mejor subtitularlo con corrección.

Sin embargo la pobreza de medios técnicos y artísticos no impide que este documental sea de gran interés. Aparte de la valentía de sus protagonistas, la película es un canto a la fe capaz de llegar a los puntos más recónditos del planeta, de sobrevivir sin que un sacerdote aparezca desde hace cincuenta años y de seguir propagándose de padres a hijos.

Son muy impresionantes los testimonios de los cristianos perseguidos, que han perdido familiares y bienes materiales y afirman sonriendo que perdonan y aman a sus perseguidores. A través de los ojos de Charles y Gabriel vemos también a personas siempre felices, que caminan muchas horas para poder comulgar o rezar por sus difuntos.

En algunos casos la solidaridad con las personas de otras confesiones religiosas puede confundirse con algo de relativismo, pero parece ser debido más al desorden del guión y al doblaje que a la intención de los hablantes. De cualquier modo, es un sencillo pero impactante a homenaje a la Iglesia que, como define un joven de la India, podemos definirla en tres palabras: paz, amor y alegría.

Firma: Esther Rodríguez