Por suerte para unos y por desgracia para la mayoría, el cine comercial de los 80 no se entendería sin contar con Cannon Films. Fundada por Menahem Golam y Yoram Globus, dos cineastas israelís emigrados a Estados Unidos, realizaron en su escasa década de vida, cientos de películas que se vendieron por todo el mundo y llegaron a formar un imperio con sucursales en varios continentes.
En un momento en el que el cine continuaba en caída libre desde la aparición de la televisión, estos dos primos realizadores relanzaron el cine comercial volviendo a llenar las salas y se convirtieron, además, en los reyes del recién aparecido video-club.
Hacían películas a granel, rodándolas con un presupuesto ínfimo y poniendo todo el esfuerzo en una promoción previa de tal magnitud que, fuese cual fuera la calidad del film, ya estaba vendido de antemano a un público que esperaba ansioso su estreno.
Fueron los descubridores de Chuck Norris, Michael Dudikoff, Dolph Lundgren o Van Damm. Colaboraron en el lanzamiento de Stallone, Brooke Shields y Sharon Stone, produjeron Supermán IV, inventaron los Masters del Universo y abrieron Occidente el maravilloso mundo de los Ninja, palabra de la que antes de Cannon nadie había oído hablar.
Trabajaban y hacían a trabajar a un ritmo extenuante, llevando todo a un extremo deshumanizador. El objetivo de llenar las salas les impulsó a continuar la ruptura de convencionalismos que ya había comenzado en los 70 atiborrando sus producciones de hachazos, violaciones, descuartizamientos o pornografía en cualquier momento y situación, siempre apoyados en unos guiones muy flojos o directamente inexistentes.
Pero el caso es que tuvieron éxito y la cantidad de dinero que ganaban les facilitó poder contar, en alguna ocasión, con directores como Cassavetes, Mailer o Zeffirelli o producir alguna película de interesante y considerable calidad como El tren del infierno de Konchalovsky.
Todo ello hace que, a pesar de sus despropósitos, uno, si ya tiene más de 40 años, mire a Cannon con cierta nostalgia y una inconfesable simpatía. Y, sin embargo, el documental que ahora se estrena decepciona en todos los sentidos.
El film consiste en una sucesión frenética de trailers de las producciones Cannon, más acelerada aún que las propias películas y un sinfín de testimonios de algunos que trabajaron allí y de muchos otros que desconocemos su vinculación con la productora y, por tanto, nos es difícil saber hasta qué punto su opinión puede ser un argumento de autoridad.
Sus palabras, además, se convierten en una verborrea incontrolada y agotadora desde el principio, convirtiendo el guión en un concurso de a ver quién es más ocurrente y cínico a la hora de comentar el trabajo de Golam y Globus.
Y eso es lo que más desconcierta de este documental: que parece más un ajuste de cuentas que un homenaje y su tono revanchista, resaltando siempre los aspectos más sucios y negativos, le quita todo el encanto que este film pudiera tener.
Si tan nefasta fue la obra de Cannon Films ¿para qué molestarse en rescatar su legado del olvido?
Firma: Esther Rodríguez
Director: Mark Hartley
Guionistas: Mark Hartley
Intérpretes: -
Género: Documental
País: Australia
Fecha estreno: 13/03/2015
Lenguaje: Vulgar
Documental que repasa, por medio de testimonios y trailers, la historia de Cannon Films, una de las productoras de cine estadounidense más prolíficas y carismáticas de todos los tiempos.
Título original: Electric Boogaloo: The Wild, Untold Story of Cannon Films
País: Australia
Duración: 105'
Fecha producción: 2014
Distribuidora: 39 escalones
Color: Color