El club

Tras optar al Oscar en 2012 con la acertada tragicomedia No, sobre la dictadura de Pinochet, Larraín gana el Gran Premio del Jurado del Festival de Berlin con El club. Que a nadie deslumbren las nominaciones, pues el director chileno presenta una crudo drama, inhumano y muy desagradable a un precio que no vale la pena pagar.

No se le discute la dirección de la película, su puesta en escena o la interpretación de los actores. La historia es muy potente, cargada de humor negro, que arremete duramente y de manera exagerada contra la Iglesia católica.

Pues la realidad que explica no resulta creíble, se lleva al extremo una trágica situación, sin dejar hueco a la más mínima esperanza o bondad. Los personajes sufren de traumas y maldad enfermizos, hasta el punto de parecer imposible que sean capaces de algo tan atroz.

Da pena, que por ignorancia o morbo, Larraín y su equipo hayan arriesgado tanto, haciendo una burlesca caricatura –al fin y al cabo– del ser humano. Además, puede llevar a generalidades falsas sobre la persona y la Iglesia, cuando esta ha reconocido los errores cometidos, pedido perdón y hecho justicia individualmente.

Cansa la denuncia licenciosa –y políticamente correcta– sobre este tema de manera tan brutal. Con otros asuntos, seguro que alguno tendría cierto reparo y algo de compasión.

Firma: Begoña Arribas