El club de los incomprendidos

Esperada adaptación de ¡Buenos días, princesa!, de Francisco de Paula (Blue Jeans), una novela que ha cautivado a miles de adolescentes madrileños y que tiene la clave de su éxito en tres factores: el complejo interior de los personajes, el medido mapa de tramas y la dosificación de la información, creando siempre la pregunta de “¿y ahora qué pasará?” y generando escenas llenas de subtexto amoroso y afectivo. La película, casualmente, funciona por los mismos motivos.

Las actuaciones son bastante aceptables, sobre todo las de la pareja protagonista. La acción avanza muy rápido (a veces demasiado, por querer embutir toda la novela en el metraje), de modo que consigue que el espectador perdone ciertas situaciones forzadas a la americana y decenas de frases cliché que jamás escucharíamos en un instituto español. También la música, comercial y sensiblera, cumple su función, y tanto ella como el resto de factores son encauzados por una dirección más que aceptable.

Supongo que es inevitable comparar este filme con otros tipo 3 Metros Sobre el Cielo. Para empezar, El club de los incomprendidos se proporciona bastante bien entre todo el abanico de protagonistas. Aquí, por lo menos, se puede rescatar un determinado valor de la amistad como algo que es capaz de abrazar tus defectos, complejos e imperfecciones y ayudarte a ver la vida de otro color.

Pese a todo, y como era de esperar, no deja de explotarse la concepción edulcorada y desenfadada del amor, con largas y aburridas tomas de besuqueos, sin que falte la guinda de la relación sexual como una embellecida cumbre del romanticismo o como la incuestionable meta de un amor de instituto, en lugar de un acto de entrega que es, además de hermoso (¡menos mal!), consciente, maduro y responsable. En este sentido, se sigue alimentando en nuestros adolescentes, de un modo algo menos obvio que en otras producciones, la esperanza de que el amor (o la pasión, más bien) será la respuesta completa e inmediata a sus vidas, en lugar del comienzo de un recorrido en el que las decisiones deben irse superponiendo a las emociones.

Firma: Josepmaria Anglès