El cielo es real

El cielo es real apareció publicado en Estados Unidos en el año 2010 y se convirtió enseguida en un éxito de ventas. En España, se tradujo dos años más tarde, donde también ha obtenido considerable número de ejemplares vendidos. El libro recoge la experiencia en el cielo de Colton contada por su propio padre. Y en la película Randall Wallace y Chris Parker han optado, con acierto, por trasladar de un modo bastante fiel lo que se narra en el libro.

El esfuerzo de sus realizadores se ha centrado, aparte de en trasmitir de un modo claro y cercano el mensaje, en plasmar con detalle el entorno social, familiar y geográfico de Colton y el reverendo, suponemos que con la intención de hacer hincapié en la normalidad de la vida del niño (todo lo normal que puede resultarnos en España lo del padre reverendo, los cánticos y bailes en la iglesia, los familiares partidos de béisbol dominicales o el cuerpo de bomberos aficionados). Pero quitando estos tópicos americanos que el cine ha conseguido que no nos resulten tan extraños, el objetivo se consigue y resulta fácil para el espectador introducirse en la vida de Colton y hacerse con el sentimiento de comunidad que tan importante es para ellos.

Todo esto se logra (como debe ser en el arte cinematográfico) gracias a una realización técnica que roza la perfección, académica pero perfección. La fotografía es limpia y nítida y se recrea en los amplios paisajes de Nebraska (muy de la American Scene de Rockwell) que, curiosamente, no se distinguen mucho de los que el niño describe de sus vivencias; lo cual tiene más fondo del que quizá pretendieron, aunque también le otorga más lentitud a la narración de la que quizá buscaron. La música envolvente y sencilla en lo ambiental y cargada de himnos y canciones folk (con irrupción cómica del “We will rock you” incluida) complementan el correcto trabajo de los actores, con mención especial para el joven Connor Corum, que interpreta a Colton de una manera tan natural e inocente que es imposible no encariñarse con él.

En cuanto al mensaje, allá cada cual con lo que se quede de verdad o de invención, de metáfora o de revelación literal. Lo cierto es que se transmite una idea positiva de la trascendencia humana, de la fortaleza ante el dolor, del valor de la oración (el momento, para la que suscribe, más intenso en todos los sentidos es el de las plegarias de los vecinos durante la operación), de la fe y de la confianza en el amor de Dios que no dejará a nadie indiferente. Y con estos ingredientes era imposible, por supuesto, no caer en el sentimentalismo edulcorado, pero hay que agradecer a los realizadores que, quitando el espeluznante abrazo comunitario del último domingo, hayan sabido mantenerse durante casi todo el film, en el lado correcto de la línea que separa lo emotivo de lo empalagoso.

Firma: Esther Rodríguez