Los relatos cortos de Craig Davidson Rust and bone inspiraron a Jacques Audiard para crear una historia de características similares: un mismo tipo de personajes, que se intentan adaptar a un paisaje contemporáneo, duro y complejo, a través de pasiones extremas frente a dramas también extremos.
Parece que Audiard y su coguionista, Thomas Bidegain (¿Y ahora a dónde vamos?), repiten la fórmula que ellos mismos tildan de expresionista y que ya se vio en Un profeta. Ambos confiesan su gusto por las “imágenes crudas y brutales para aumentar el melodrama”. Tod Browning (Freaks), Lon Chaney o el mismo Laughton de La noche del cazador son varios resortes y referentes de esta oscura historia, en la que los clásicos papeles de príncipe y princesa están algo adulterados.
El arranque del film traza un estoico, aunque penoso, retrato de los personajes: solitarios, despojados de los mínimos recursos materiales, morales e incluso culturales y poco proclives a relaciones humanas estables y arraigadas. Sin embargo, a los tres cuartos de película, Jacques Audiard ha cambiado de tono y perspectiva en varias ocasiones. El problema no está en el punto de vista, alterno y bastante mejor conseguido con el personaje de Stephanie, sino en las muchas historias que quiere contar, tantas que los minutos son cortos y excesivos a la vez.
Audiard y Bidegain provocan cambios en sus personajes que necesitarían más tiempo de pantalla (sobre todo el giro final, cuando Alí cambia de vida en lo que parecen dos desenlaces casi consecutivos) y, al mismo tiempo, lo que el guión acaba contando de verdad podría haberse hecho en 90 minutos. De ahí que se pierda una oportunidad de dar aún más peso y calado a una tragedia humana para nada inverosímil.
En su estilo visual, Audiard destaca por el uso simbólicamente sutil de las sombras del pequeño Sam en el suelo, que tendrán su cierre y sentido dentro de las tramas. Pero también es criticable su opción por la explicitud en los encuentros sexuales entre protagonistas. A pesar de que Stephanie reclama “modales” y “delicadeza”, mientras da continuidad a su relación “pero no como animales”, esas secuencias marcan tanto la caracterización de personajes, que su cambio y evolución, sobre todo en Alí, es poco convincente desde el punto de vista de guión.
Con premios y alabanzas en varios festivales, De óxido y hueso aborda temas crudos y circunstancias descarnadas, donde hay espacio para la esperanza en medio de no pocos errores y descarríos.
Firma: Lourdes Domingo
Todo comienza al norte de Francia. Ali se encuentra de repente con un niño de 5 años en sus manos. Sam es su hijo, pero apenas le conoce. Sin hogar, sin dinero y sin amigos, se refugia con su hermana en Antibes. Allí las cosas mejoran rápidamente. Les acoge en su garaje y se hace cargo del niño.
Mientras trabaja como portero de discoteca, Ali se encuentra con Stephanie. La lleva a casa y el deja su número de teléfono. Stephanie entrena ballenas asesinas en Marineland. Cuando un espectáculo acaba en tragedia, una llamada nocturna vuelve a reunirlos. Cuando Ali vuelve a verla, y empiezan una relación compleja y de límites confusos.