Cruzando el límite

El director, Xavi Giménez, se presenta al gran público con una ópera prima que se puede resumir así: una copia barata de La naranja mecánica de Kubrick. No sólo porque la trama gira entorno a un centro de reeducación de la conducta, sino también porque reutiliza el recurso musical operístico para las escenas dramáticas. Pero que, obviamente, se queda muy atrás.

No es todo, Antena 3 estrenó una miniserie con el mismo argumento en 2008, El castigo, basada en hechos reales. La coincidencia resulta demasiado extraña, y más, cuando los adolescentes son interpretados por conocidas caras de El internado y Física o química. Hasta aquí una prueba más de lo novedoso e imaginativo que puede llegar a ser el cine español.

Dicho esto, ni el argumento ni la trama en sí proporcionan una coherencia a la historia. Todo es demasiado previsible e innecesario de ver en la pantalla grande. Además, hay escenas de violencia física y verbal entre padres e hijos que, aparte de desagradables, son gratuitas.

Por otro lado, Cruzando el límite se ahoga en su propia tinta al proporcionar un final feliz gracias a la moraleja de fondo: los adolescentes necesitan hablar de sus traumas con los padres. Si esto hubiera sucedido desde el principio, no habría motivo para hacer la película.

Desgraciadamente, siguen los aspectos negativos. Así como los adolescentes no salen bien parados, tampoco los progenitores. Todos son inseguros, inmaduros, cobardes y ajenos a la realidad emocional de sus hijos. Por sus faltas, los retoños se comportan igual. Una forma ‘sutil’ de justificar la conducta asocial de los jóvenes rebeldes.

Firma: Andrea Rodríguez