El cierre cinematográfico de la célebre obra teatral recupera el sentido de espectáculo de la primera, con más acción y un tono más crítico. Aun así, la ausencia de canciones destacadas y un guion precipitado no encubran su resultado.
Jon M. Chu regresa para liderar el cierre de la adaptación de una de las obras más destacadas de Broadway. Esta secuela recupera el espíritu entretenido de Wicked y se carga de un acento más político y de más acción. Sin embargo, no consigue encontrar el equilibrio como para hilar todo sin resultar precipitada.
En esta segunda parte, la historia enlaza con el archiconocido relato de El mago de Oz –aunque su protagonista, Dorothy, tan solo resulta anecdótica e intrascendental–. Así pues, la narración se sigue centrando en Elphaba –interpretada, de nuevo, con solvencia por Cynthia Erivo– y Glinda –una refrescante Ariana Grande, con su lado más cómico–. No obstante, el principal problema es que el guion parece tener muchas cosas que contar y poco tiempo para ello (a pesar de su larga duración). Consecuentemente, la película se acaba construyendo sobre una concatenación de eventos atropellados, conectados con pinzas y sin espacio para asentar ni profundizar en las tramas y sus personajes. Todo esto, sumado a la falta de números musicales igual de memorables que los de su predecesora y a un tono más edulcorado, deja una cinta un tanto accidentada.
A pesar de ello, Wicked: parte II cumple con su propósito de entretener, sobre todo a aquellos más adeptos a los musicales, y cumple nuevamente con un convincente cuidado diseño de producción, coherente con el mundo de fantasía erigido. Asimismo, este desenlace adopta ese carácter más crítico que permite al espectador extraer temas y reflexiones que resuenan con nuestro presente: la manipulación y la tergiversación de algunos gobernantes (y medios); la importancia de la honestidad y la amistad, así como de encontrar la propia identidad; o el sentido de la justicia y la igualdad para todos, dentro de la que se incluye un ferviente (y subrayado) discurso animalista.
Firma: Yoel González
Elphaba y Glinda se han distanciado después de que el mago de Oz y Madame Morrible confabularan para poner a toda la sociedad en contra de la joven bruja, a quien ahora todos claman como la Bruja Malvada del Oeste. En este contexto, mientras la primera lucha por destapar las mentiras del falso hechicero, la segunda comienza a presenciar actitudes que le mueven a recapacitar sobre sus decisiones pasadas. Si de verdad quieren conseguir el bien común para todos y cambiar el rumbo de Oz, deberán reencontrarse y mirarse con el corazón.