Viaje hacia el desierto

La veterana realizadora Margarethe von Trotta escribe y dirige este simulacro de biopic sobre la filósofa y poetisa austriaca Ingebor Bachman. Quien presentase con mano firme y tenaz hondura a Hanna Arendt en la película homónima de 2012, hace ahora una tímida y torpe aproximación a una mujer que, tanto por conocida como por desconocida, se merecía una semblanza algo más concreta o, al menos, más clara.

Trotta toma como punto de partida el comienzo de la relación de Bachman con el dramaturgo suizo Max Frisch, desplegando en torno a sus conflictos de pareja, sus proyectos literarios y sus ideas sobre el mundo surgido tras la Segunda Guerra Mundial y los hombres y mujeres que lo habitan e intentan superar la tragedia. Pero este resumen que acabo de esbozar tiene más de imaginación que de realidad, porque lo que el film muestra es solo la incoación de todo ello. Apenas se farfullan frases descontextualizadas e inconexas dispersas entre los celos, las pasiones y lo que, en muchos casos, parecen caprichos afectivos de la protagonista y sus adláteres. La fortaleza que se le presupone se desdice con su sometimiento a los diferentes varones que pasan por su vida y que le llevan a una enfermedad de la que tampoco nos cuentan mucho, y no sabemos hasta qué punto está fundamentada en su biografía o es una licencia artística de la realizadora.

Los actores poco pueden hacer con el guion de Trotta y Vicky Krieps no logra que se empatice con ella, al mostrar, seguramente por exigencias del guion, un desapego y frialdad que la alejan del público. Lo mejor: la ambientación (vestuario, atrezzo, etc…) y, quizá, el personaje de Adolf Opel, interpretado por Tobias Samuel Resch, ya que parece algo más humano que el resto.

Firma: Esther Rodríguez