Dickinson presenta un sólido debut con una mirada sincera y humana, cercana al realismo social británico. Su protagonista eleva un personaje bien construido con el que es inevitable empatizar pese a sus imperfecciones.
Harris Dickinson dirige y escribe su ópera prima –además de colarse en un pequeño papel secundario– con una mirada llena de humanidad, delicadeza y empatía hacia las personas sin techo y sin hogar. Con Urchin, ganadora del premio FIPRESCI en la categoría de Un Certain Regard del pasado Festival de Cannes, exprime algunos de los intereses que ya parecía apuntar en su cortometraje 2003, muy cercanos a los problemas sociales de clase.
Dickinson propone un realismo social que se acerca a los márgenes –y, más concretamente, a la juventud en estos– y parece transitar los universos de Ken Loach y Andrea Arnold. Así pues, por un lado, logra trabajar un naturalismo mediante una cámara testimonial, que sin ser invasiva tampoco tiene miedo a acercarse a sus protagonistas y a sus emociones a flor de piel. Por otro lado, sugiere una sucesión de escenas oníricas que se abren a una interpretación mucho más ambigua y que apelan a lo sensorial más que a lo racional. Todo ello, lo va hilvanando sin caer en lugares comunes; al final hay un interés casi sociológico que le permite huir de la previsibilidad artificiosa de lo argumental.
Urchin es, de todos modos, una película de personajes y su historia gira completamente en torno a Mike: sus adicciones, sus luchas, sus encuentros y desencuentros, su búsqueda por recuperarse y reinsertarse, los impedimentos burocráticos y el abandono del sistema, y sus recaídas. Frank Dillane –también galardonado a mejor actor en la misma categoría de Cannes– sobresale como Mike y recoge el papel escrito por su director para habitarlo con sus contradicciones y humanizarlo en sus imperfecciones, siempre buscando trabajar la conexión con el espectador.
El resultado es un film sólido donde el hasta ahora actor marca su autoría con un debut de ideas sugerentes y estimable sensibilidad. Aunque deja la sensación de cierto desamparo, la aproximación y contemplación respetuosa y emocional de Dickinson invita a la audiencia a detener su mirada a aquello que le rodea, sin hacer la vista gorda a los problemas a pie de calle y a las personas afectadas por ellos.
Firma: Yoel González
Mike es un joven sin hogar que intenta sobrevivir en las calles londinenses y sobreponerse a sus decisiones autodestructivas, sin abandonar el deseo de encontrar un futuro mejor. La cuestión está en si podrá aprovechar las oportunidades inesperadas de la vida y si el sistema será suficientemente útil como ayudarlo a salir de los márgenes a los que la sociedad parece haberlo condenado.