Lou Ye presenta una obra difícil de clasificar: cine dentro del cine, drama intimista y documental de nuestra historia reciente. Una película en constante mutación que no se estanca y sorprende, aunque no sea para todos los públicos.
Después de que hace dos años llegara finalmente a nuestros cines –por primera vez desde su estreno en el 2000– Suzhou River, la hipnótica y poética obra de Lou Ye, ahora regresa a la gran pantalla con Una película inacabada. Más allá de aludir a un detalle argumental, este título resulta sumamente apropiado para una cinta en constante evolución y que, pese a su final, podría seguir abriendo puertas a nuevas imágenes.
Lou Ye sorprende con una obra “mutante”, cuyo principio y final podrían corresponder a dos films distintos, pero que se encuentran gracias al increíble pulso narrativo del director y a su dominio al rehuir las expectativas de cualquier género. Lo que comienza como un ejercicio de metacine, donde los movimientos de cámara rompen la división entre ficción y “realidad”, acaba evolucionando en un drama humano e intimo para acabar erigiéndose también como un análisis del estado de una nación. Y, todo ello, con la pandemia del COVID y la cuarentena en primer plano, jugando un papel crucial en la incertidumbre de la película.
El aspecto documental refuerza esa conexión entre los espectadores y unos hechos reales vividos por todos. Y, aunque se trata de una ficción, el largometraje se mantiene siempre cerca de la frontera con la no-ficción, incorporando también materiales de archivo y grabaciones de terceras personas publicadas durante el confinamiento en redes sociales. Así pues, logra configurar una oda a esa etapa de nuestra historia, al mismo tiempo que habla del paso del tiempo, de los giros de la vida y del poder unitivo de las imágenes del cine.
Una película inacabada no es la propuesta taquillera que uno busca para evadirse y pasar un rato agradable, sino que es una de esas extrañas obras que nos hacen detenernos ante nuestra vida y realidad para pensarla. Todo ello mientras demuestra cómo el séptimo arte es capaz de navegar hasta nuevas orillas y ofrecer miradas refrescantes.
Firma: Yoel González
China, enero 2020. Un equipo de filmación decide retomar el rodaje de una película que grabaron diez años atrás y, por cuestiones de producción, quedó incompleta. Sin embargo, tres días antes del Año Nuevo chino, en mitad de las grabaciones cerca de Wuhan, estalla la pandemia y quedan confinados en su hotel. Esa nueva situación los obliga a enfrentarse a una nueva realidad y a sus sentimientos ante ella.