Una íntima convicción

A pesar de que se conoce el desenlace del caso Viguier –una acusación de homicidio tras la desaparición de la mujer–, Antoine Raimbault seduce a la audiencia en un trepidante relato, en busca de la verdad, que expone en la gran pantalla el juicio al que fue sometido Jacques Viguier.

Basándose en la crónica real, el director plasma meticulosamente el desarrollo de la acusación, gracias a una precisa documentación. De esta manera, muestra la complejidad y el dramatismo de la justicia desde muy cerca, además de transmitir algunas nociones de derecho, que el espectador aprende debido a lo inmerso que se encuentra en el pleito.

La película logra atrapar al público gracias a su impecable estética y al magnífico trabajo del reparto: Olivier Gourmet interpreta de modo excelente al abogado defensor, contagiando su acaloramiento ante los hechos y Laurent Lucas –aunque siendo más secundario en su representación de Viguier– transmite igual de bien la angustia ante la incertidumbre del veredicto. Pero, sin duda, quien está soberbia como protagonista es Marina Foïs en su papel de Nora, un personaje novelado que acaba convirtiendo su convicción en una obsesión, hasta el punto de desatender trabajo y familia.

El equipo ha conseguido llevar al cine de manera inteligente el proceso de Viguier, resultando no solo en un buen largometraje sino, incluso, en una lección sobre la presunción de inocencia. Interrogantes, gran oratoria, un elenco exquisito y un guion ingenioso hacen que Una íntima convicción sea a la vez una propuesta entretenida y una elección que hace pensar.

Firma: Patricia Amat