Farhadi elabora un relato, de nuevo brillante, donde anhelos personales y retratos sociales se mezclan con habilidad, drama y belleza. Su cámara domina el espacio y los rostros, así como invita a la reflexión moral.
¡Qué gran historia nos trae de Irán, otra vez, Asghar Farhadi! Desde que saltase a la fama internacional con el Óscar a la mejor película de habla no inglesa con Nader y Simin, una separación, no ha dejado de sorprendernos, emocionarnos, interesarnos y sobrecogernos con otros films como El pasado o El viajante.
En Un héroe vuelve a retratar, con una eficaz sutileza, los pequeños (o no tan pequeños) dramas humanos que viven y sufren las personas en cualquier punto del planeta. El costumbrismo que tan bien describe, reflejando la vida cotidiana de Irán, tan aparentemente diferente a la occidental, sirve de plataforma para que surjan, poco a poco, sentimientos o motivaciones que, como decía, no difieren de los que podemos encontrar en nuestro democrático alrededor.
Siguiendo a Rahim en su búsqueda de una salida para no volver a la cárcel, vamos conociendo a los demás personajes; percibiendo, por el buen hacer de Farhadi, sus miedos, envidias, ambiciones y, también, la generosidad y el sacrificio de los que le quieren desinteresadamente.
Fascina, además, cómo el guion respeta a todas las personas huyendo de cualquier maniqueísmo. El propio Rahim, protagonista absoluto, galán desangelado y héroe cuestionado, es bastante torpe en sus decisiones y exaspera al espectador que llega a dudar de que no se merezca volver a la cárcel por cafre.
La utilización que de su problema hacen algunos caciques recuerda a la maravillosa película búlgara Un minuto de gloria, de Kristina Grozeva, aunque el humanismo de Farhadi consigue que comprendamos también a los que se aprovechan, al celoso e irritante funcionario del ayuntamiento e incluso al villano que le quiere meter en prisión.
El relato se va tejiendo con una cámara objetiva que se obstina, con acierto, en mostrar planos que encierran a Rahim, precisamente cuando está fuera de la cárcel, como las escenas del centro comercial o las oficinas de la fundación que le ayuda.
La combinación de costumbrismo con el vértigo que supone sumergirse en los dramas del ser humano se percibe ya desde un principio, cuando vemos al protagonista caminar bajo los impresionantes hipogeos persas de Naqsh I-Rustam, y continúa hasta uno de los mejores planos finales que he visto en mucho tiempo.
Firma: Esther Rodríguez
Rahim está en la cárcel porque no ha podido pagar una deuda. Obtiene dos días de permiso en los que intenta que su acreedor le retire la denuncia a cambio de darle parte de la cantidad que le debe. Sin embargo, el dinero que va a obtener no es del todo legal y la situación se irá complicando cada vez más.