Un cuento de tres hermanas

El realizador turco Emin Alper recoge, como punto de partida de su tercer largometraje, la costumbre de los beslemes en la que una familia pudiente acoge a una joven, generalmente de ambiente rural, en un régimen a medio camino entre la adopción y el servicio doméstico. A pesar de los problemas que podía causar esa situación, era aprovechada en muchas ocasiones para poder salir de la pobreza.

Alper reconoce el valor que dicha tradición tiene, no tanto como retrato nostálgico o costumbrista, sino como catalizador de sentimientos o reacciones psicológicas muy atractivas para cualquier narrador. De esa manera, y situando el relato tras el regreso al pueblo, puede explorar los conflictos que tuvieron lugar en la ciudad y las huellas y heridas que han dejado en sus protagonistas.

El resultado final de Un cuento de tres hermanas es, sin embargo, desconcertante y poco claro, lo que provoca el involuntario aburrimiento del espectador. Alper nos sumerge de golpe en la vida de Havva y del resto de habitantes del pueblo logrando una inmersión perfecta en el ambiente. Esta facilidad para integrase es debido a las tres grandes virtudes de esta producción: la banda sonora, la fotografía y el estupendo trabajo de todo el elenco.

No obstante, el pulso firme y envolvente con el que el director presenta las imágenes y el sonido no es el mismo con el que redacta un guion sin ritmo ni elementos suficientes (o suficientemente claros) para describir a las tres hermanas y que podamos empatizar con ellas. Curiosamente, una película que se presenta como un retrato de la mujer turca rural de los años 80 perfila mucho más a los personajes masculinos, desnivelando así el impacto del film y ahondando en la sensación de no saber qué nos quiere contar exactamente o a dónde quiere llegar.

No ayuda tampoco la introducción de crípticas metáforas (la mujer de las volteretas) o los paseos de mineros y ladrones: preciosos, pero incongruentes. Diseminar dichas escenas alternándolas con larguísimas conversaciones reiterativas ante la hoguera dinamita el ritmo que se hubiese pensado para el relato.

Queda, por tanto, un envolvente y bello documento costumbrista que se enfría y apaga por la inconsistencia del guion en el que se apoya.

Firma: Esther Rodríguez