Este film belga aborda la complicada cuestión de convivir con la enfermedad mental en un entorno familiar. Con irregular recorrido, la trama es dura y difícil de ver, mientras exalta la fuerza del amor.
Un amor intranquilo es, aunque pueda parecer innecesario aclararlo, una historia de amor; desesperante, abrumadora e incluso terrible por momentos, pero una intensa historia de amor.
Damien es un pintor de bastante éxito, casado con Leila, restauradora, y tienen un hijo, Amine, que observa y convive con la enfermedad mental de su padre y la tensión constante de su madre por seguir manteniendo la familia a flote.
El director belga Joachim Lafosse, también pelea por sacar adelante un relato espinoso y ambiguo, escrito, desconozco la razón, a ocho manos, lo que no deja de ser una complicación añadida que el realizador sortea con admirable destreza.
El visionado es difícil. Tanto la inocencia del niño como el hartazgo de la madre transmiten desasosiego al espectador que se debate entre la indignación, la empatía y las ganas de agredir al pintor o la compasión ante su enfermedad y sus constantes arrepentimientos. Una simple reflexión nos recuerda que, más o menos, así es la vida de cada uno de nosotros en cuanto nos abrimos y nos comprometemos con los demás.
Lafosse es consciente de lo arduo de su cometido y sitúa la acción en escenarios abiertos y luminosos que, de alguna manera, contrarrestan lo tormentoso de la narración a la vez que remarcan sus contrastes. Para hacernos llegar la dureza del tema ya tiene las estupendas interpretaciones del trío protagonista entre las que destaca la de Leïla Bekhti. Su personaje refleja a la perfección la consciencia de la propia fragilidad y el temor a no ser capaz de superar las dificultades.
Con todo, al film le falta ritmo y creo que se resiente de la óctuple autoría del guion, Alarga innecesariamente algunas escenas, como ciertos momentos de Damien pintando en su taller o el baile de Leila en la fiesta, que agotan y tensan sin aportar nada a la corriente dramática de la historia en la que el espectador quiere navegar. Defectos, por otra parte menores, en un proyecto ambicioso y peliagudo del que los realizadores salen con holgura.
Creo que lo único que no es intranquilo en este film es, precisamente, el amor que se muestra, como debe ser, fuerte, sólido, generoso e incluso tercamente esperanzado.
Firma: Esther Rodríguez
Damien es un pintor de éxito que convive con su mujer y su hijo, un niño de corta edad. Pero sobre todo, convive con su propia enfermedad mental que amenaza con destruir a su familia.
