Ante la complejidad de un tema poco visibilizado en pantalla, Yolanda Centeno apuesta por abordarlo desde lo emocional y humano. Así pues, las interpretaciones protagonistas son cruciales para dar consistencia a este debut.
Yolanda Centeno recupera su cortometraje, Imposible decir adiós, para extender su premisa en su ópera prima. Así pues, Tras el verano indaga en ese concepto legal de familia cuando hay niños implicados de por medio y, desde una mirada muy humana, Centeno se aproxima al impacto que las despedidas pueden tener en los más pequeños.
Esta no es una historia al uso sobre una separación. La dinámica de familia reconstituida pone sobre la mesa las dificultades legales cuando la pareja se rompe, pero aún persiste un vínculo maternofilial entre la mujer que ha establecido un rol materno y su hijo no biológico. Sin embargo, pese a la complejidad que envuelve este tema, la directora lo aborda desde lo relacional y lo emocional entre sus personajes (sin caer en sentimentalismos baratos).
De esta manera, la película tiene una introducción extensa donde, a lo largo de un falso idilio se construyen los vínculos entre Paula, Raúl y Dani que permiten generar la empatía y comprensión necesaria para afrontar el metraje en adelante. Tras eso, la realización toma un rumbo más sosegado, marcada por momentos de pesadumbre y con una puesta en escena que enfatiza los rostros y la reconfiguración de los lazos afectivos.
Más allá de la frescura por traer una cuestión actual al frente y sostener un discurso a favor de la empatía y las nuevas oportunidades, Tras el verano deslumbra sobre todo en esas secuencias compartidas por Paula y el pequeño Dani. No solamente están bien trabajadas a nivel de guion, sino que la química entre Alexandra Jiménez y Álex Infantes es arrolladora. Cuando ambos se juntan, el espectador no podrá evitar enternecerse y abrirse a las cuestiones que envuelven a la materia central del film.
Firma: Yoel González
Paula y Raúl llevan juntos desde hace cinco años, período en el cual han criado juntos a su hijo Daniel y formado lo que podría considerarse una familia al uso. Sin embargo, el pequeño no es biológico de ella. Dani es hijo de Raúl y su expareja, con quien él lucha por tener la custodia compartida.
Todo esto se complica cuando Paula y Raúl deciden separarse definitivamente tras las vacaciones de verano, momento en el cual uno de los mayores miedos de ella se hace presente: dejar de ver a Dani para siempre. No obstante, el pequeño comparte ese mismo miedo.