La premisa platónica de Michael Shanks no consigue afianzarse y descarrila en favor del efectismo visual (y visceral). El buen ritmo y las actuaciones atrapan al espectador, pero no lo salvan de una sensación final agridulce.
                                    Si hay algo que no se le puede rebatir a Michael Shanks en su ópera prima es una absoluta originalidad. El cineasta australiano parece recoger el mito de Andrógino y adaptarlo bajo una visión contemporánea. Así pues, aquel relato que Aristófanes narraba en El banquete de Platón –en él se contaba el origen de las personas como suma de dos mitades (una masculina y otra femenina) que luego Zeus se ocupó de separar, presa del miedo que le generaba un ser tan completo y poderoso– se traduce en Together desde un revisionismo en sus formas y en su fondo.
La adhesión del terror fantástico como género principal de la película facilita un juego interesante –aunque sumamente incómodo y desagradable para estómagos sensibles– con el body horror. La suma de este elemento con la inspiración clásica abre las puertas a poner la mirada sobre las relaciones románticas actuales, los límites interrelacionales, la importancia de la comunicación en los vínculos afectivos y la dependencia emocional a la que pueden llegar a sucumbir muchos de ellos. En esencia, todo ese despliegue con el que arranca la historia demuestra no solo un manejo inteligente del género, sino una obra de la que extraer importantes reflexiones.
Es verdad que Together se mantiene firme en el uso de jump scares, la inclusión de cierto humor negro para rebajar la tensión, algún buen giro de guion y, sobre todo, dos actuaciones protagonistas (unos hipnóticos Dave Franco y Alison Brie) sumamente entregadas a la fisicidad, el dramatismo y la vulnerabilidad de sus papeles. Ahora bien, a partir de la primera mitad del film, este parece abandonarse al mero espectáculo gore y a las resoluciones fáciles y efectistas. Los aciertos se diluyen en la imposibilidad de condensar y afianzar su contundente premisa, y las imágenes viscerales llenan la pantalla sin mayor trasfondo, hasta llevar al público a un final agridulce.
Firma: Yoel González
Tim y Millie no están pasando por el mejor momento en su relación, pero confían en que un cambio de aires les ayude a recuperar la conexión de antaño. Con esto en mente, deciden mudarse a una casa en el campo. Allí todo cambia cuando, en una de sus excursiones por el bosque colindante, terminan cayendo en una misteriosa cueva con una poza de agua. Al beber de ella, despertarán a una fuerza sobrenatural que impactará en su vínculo y comenzará a transformar sus cuerpos.