Tercer grado

A pesar de ser su primer largometraje, Geoffrey Cowper consigue plasmar con corrección la épica nostálgica del Llanero Solitario perdedor y brutal pero con buen corazón: una suerte del Shane de Alan Ladd y el inmortal Rambo de Stallone.

Cowper compone su relato acertando, sobre todo, en la elección de escenarios. Retrata con eficacia los polígonos y los extrarradios, como símbolo de soledad y marginación y los grandes centros comerciales, donde la avalancha de personas acogota al solitario, aparte de ofrecer muchas posibilidades.

Sin embargo, en definitiva, se trata de contar una historia y ahí es donde patina este joven y prometedor realizador. Hay muy poco de original en ella y lo único que sorprende, para mal, son las múltiples inverosimilitudes que salpican el guión y que restan cualquier atisbo de credibilidad. Sus personajes pecan de una excesiva y afectada seriedad, aunque el respeto con el que director y actores se acercan a ellos hace que el público los trate con benevolencia y les perdone sus simplezas. Este entusiasmo por el trabajo bien hecho, unido a una música y a una fotografía muy cuidadas, hacen que Tercer grado sea una película mediocre pero digna.

Firma: Esther Rodríguez