Supernova

La historia de una pareja gay que presenta Harry Macqueen parecía original y reflexiva, puesto que trasciende la sexualidad y pasión de una relación superficial para tratar asuntos serios. De hecho, el vínculo entre los protagonistas se muestra a través de matices, con discreción, lo cual lo diferencia de tantos títulos que se esfuerzan por exagerar el enamoramiento.

El problema es que la premisa, interesante al principio, no tarda en visitar lugares comunes y abandonarse a los clichés típicos de biografías sobre la enfermedad. De este modo, la profundidad que prometía no llega nunca y el resultado es bastante similar al de muchas otras propuestas. La verdad es que si los protagonistas fueran hombre y mujer, tampoco se diferenciaría en nada en particular.

No cabe duda que los actores –conocidos veteranos– hacen gala de una interpretación impoluta, probablemente lo más destacable del film. Junto a ellos, la fotografía y la banda sonora son los otros puntos fuertes que pueden disfrutarse más.

Sin embargo, el gran inconveniente no es el convencionalismo de la narrativa, ni siquiera la falta de coherencia entre los personajes. La cuestión central a analizar ante esta película es el tema de fondo, alrededor de la muerte, que se pretende maquillar a base de paisajes bucólicos británicos y música emotiva. Resulta sorprendente que una materia tan delicada y controvertida se presente de manera tan poética y engañosa.

El drama no tarda en aparecer después de un arranque con pinceladas de humor. Es de agradecer que no llegue a la sensiblería barata, pero no pueden dejarse de notar ciertos diálogos postizos y una concepción un tanto amplia del amor, que llega a justificar algunos actos cuestionables. Todo siempre dentro de un relato que ya hemos visto muchas veces en pantalla y que, sin Colin Firth y Stanley Tucci, quizá habría quedado en nada.

Firma: Patricia Amat