Silvio (y los otros)

Crítica Silvio y los otros

Análisis

Sorrentino basa en el exceso, la sordidez y la degeneración moral su retrato sobre el inicio de la decandencia de Berlusconi. Las motivaciones de los personajes, que no controlan sus arrebatos, exageran gestos y diálogos para hacer evidente su desesperación existencial.


Abel Ferrara y Martin Scorsese, italoamericanos neoyorquinos con formación religiosa, son dos directores que han demostrado a lo largo de su carrera especial interés en contar historias sobre grandes figuras que una vez lo fueron y lo tuvieron todo, casi siempre a cambio de su alma. Buenos ejemplos son: Malas calles (1973), Toro salvaje (1980), Uno de los nuestros (1990), Casino (1995) o El lobo de Wall Street (2013), en el caso del primero; y El rey de Nueva York (1990), Teniente corrupto (1992), El funeral (1996) o Welcome to New York (2014), en el caso del segundo. En algunos de los títulos anteriores, los protagonistas tienen presente su pasado católico, que les remuerde la conciencia.

Paolo Sorrentino, cineasta napolitano al que ni el catolicismo ni esta temática le quedan lejanas, saltó a la fama con La gran belleza (2013), en la que exponía la decadencia moral de la burguesía romana con el Fellini de La dolce vita (1960) en la memoria. Luego hizo La juventud (2015), en la que siguió reflexionando sobre la devastación de la vejez. Ahora presenta su última película, Silvio (y los otros), cuya versión original consta de dos partes: Loro 1 y Loro 2, con 54 minutos más que la versión que se distribuirá en cines. Así como a Scorsese le gusta narrar el inicio, auge y caída de un personaje, tratando sin problema tres décadas de una vida entera, Sorrentino se concentra, en su nuevo largometraje, en el inicio del ocaso de Berlusconi.

Silvio (y los otros) empieza con la siguiente cita: “Todo documentado, todo arbitrario”. El concepto arbitrario responde a la siguiente definición: “sujeto a la libre voluntad o al capricho antes que a la ley o a la razón”, y esa es la máxima de este film: la libre voluntad y el capricho. Basada en el exceso, lo sórdido y la degeneración, la película narra con todo lujo de detalles el sexo y las drogas en las fiestas y vida privada de Morra, un ambicioso individuo que se propone conocer a Silvio para dar un salto en su vida y así codearse con las altas esferas del poder. Ese exceso no solo está presente a nivel temático, motivo por el que he citado a Ferrara y a Scorsese, sino también a nivel formal, y es aquí donde conviene separar drásticamente a Ferrara de Sorrentino.

El napolitano explica las motivaciones de sus personajes, que no controlan sus arrebatos, exageran gestos y diálogos para hacer evidente su desesperación existencial. Los conflictos interiores suceden de manera exterior y frívola. En este sentido, las máximas de la película son claras: “todo no es suficiente” y “el altruismo es la mejor forma de ser egoísta”.

En El gran Gatsby (1925), el protagonista quiere conocer al hombre que bautiza la novela, del que todos hacen referencia y que tarda en aparecer. Sorrentino usa el mismo recurso que Scott Fiztgerald con el personaje de Silvio (Toni Servillo): no aparece y nadie pronuncia su nombre, pero se habla de él constantemente y todos saben de quién se trata. La admiración de Morra por el hombre más poderoso de Italia es el recurso usado por Sorrentino para que el público se identifique con él y así compartir la visión que tiene de Silvio.

El personaje de Morra es el protagonista de la película durante el primer tercio, y cuando consigue conocer a Silvio, Sorrentino abandona a Morra y el protagonista pasa a ser Berlusconi. Esta decisión nos lleva a pensar que el primero simplemente es un vehículo para llegar al presidente, pues la ambición de Morra por conocerle para mejorar su posición pasa completamente a segundo plano una vez aparece Servillo. Este hecho ejemplifica el error de estructura de la película. En cambio, los grandes maestros se hubiesen centrado en un solo personaje, hurgando en su subversivo mundo interior para que su drama personal —la ambición o el declive, según el personaje— aflorase de manera inevitable.

En el último tercio de película, Silvio se enfrenta a la realidad, a su realidad, y los dos únicos personajes capaces de enfrentarse a él son dos mujeres. La primera, una universitaria de veinte años, la única en la que Berlusconi no advierte ninguna señal de interés por él en una fiesta en su casa, hecho que él asume como un reto: quiere demostrarse a sí mismo que aún puede conquistar a alguien. La joven se negará y le dirá lo que piensa de él sin filtro alguno. La segunda es su esposa, con la que tendrá unas discusiones que romperán con el tono surrealista sorrentiniano, en las que Silvio oirá lo que ha supuesto para ella convivir con él.

Firma: Andreu Arribas

ficha técnica

Director: Paolo Sorrentino

Guionistas: Paolo Sorrentino, Umberto Contarello

Intérpretes: Elena Sofia Ricci, Kasia Smutniak, Riccardo Scamarcio, Toni Servillo

Género: Biográfico, Drama

País: Francia, Italia

Fecha estreno: 04/01/2019

Lenguaje: Coloquial

Público

+18 años

Valoración

Contenido

Humor

Acción

Violencia

Sexo

Silvio Berlusconi (Toni Servillo) se encuentra en el momento más complicado de su carrera política, recién salido del gobierno y con las acusaciones de corrupción y de sus conexiones con la mafia a punto de llegar a los juzgados.

Sergio Morra (Riccardo Scamarcio) es un atractivo hombre hecho a sí mismo que sueña con dar el salto de sus cuestionables negocios de provincia a escala internacional. El camino más rápido para conseguirlo es acercarse a Silvio, el hombre más poderoso de Italia. Para Sergio solo hay una manera de llamar la atención de Il Cavaliere: las fiestas, las velinas, las extravagancias y el exceso.

Título original: Loro

País: Francia, Italia

Duración: 150'

Fecha producción: 2018

Distribuidora: DeAPlaneta

Color: Color

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