Una atractiva película que logra combinar tragedia y humor con fuerza y consistencia, gracias también a un personaje protagonista que vivifica una historia con muchos flecos de interés humano.
Jugar en un guion con la comedia y la tragedia no es nuevo ni original, pero hacer que los dos géneros se entremezclen con la intensidad y frescura con la que lo hacen en Sácame de dudas es una proeza que no se ve habitualmente en el cine comercial.
La novelista, guionista y directora francesa Carine Tardieu cuenta una historia de enredo con una base muy simple y muy vista, Sin embargo, es capaz de conseguir que avance a paso firme e intenso, con calado de drama y, sin perder el humor, mientras enfrenta al espectador con grandes temas como la familia y la paternidad, la responsabilidad, el trabajo bien hecho, la solidaridad o el difícil equilibrio entre la ayuda y la dependencia.
Leclerc, Moussafir y la propia Tardieu, los guionistas, construyen el relato integrando elementos curiosos para, por medio de contrastes, acentuar el impacto y enriquecer una historia que podría resultar conocida.
La profesión del protagonista, desactivador de bombas, más que un dato biográfico, es una sólida plataforma sobre la que escenificar el drama humano que se representa. Tanto la envergadura de Erwan como la brutalidad de los artefactos, contrastan con la delicadeza y precisión con la que debe manejarlos y, sutilmente, se convierte en una metáfora de las relaciones personales, donde un comentario o gesto supuestamente brusco o cualquier decisión o casualidad no aleatoria pueden desatar una explosión de emociones de todo tipo entre quienes nos rodean.
Las bombas que le encargan, la mayoría de la Primera y Segunda Guerra Mundial se convierten también en una efectiva imagen de lo complicado que es muchas veces conjugar pasado y presente, como le pasa a Joseph o como lo sufren los propios personajes del film. Además, visualmente, ofrecen unas poderosas escenas, como la del descanso del trabajo con la lluvia cayendo sobre los proyectiles al ritmo del “Papageno” de La Flauta Mágica de Mozart. Un personaje por cierto, el Papageno, con el que tanto Erwan como Didier, como Cecile, como Anna tienen mucho en común en cuanto a sus contrastes y a su búsqueda incansable del amor y del hogar.
Ciertamente toda esta producción descansa sobre el inconmensurable, en todos los sentidos, personaje de Erwan. Interpretado de modo soberbio por François Damiens, supone un meticuloso trabajo de definición cargado de matices y capaz, también, de cargar sobre sus espaldas las complicadas vidas del resto de la historia. Su hija Juliette, el becario Didier (una joya irrepetible), la doctora Anna, fumadora empedernida, los dos padres con los que va a coincidir e incluso el perro Pinochet encuentran en Erwan un muro al que aferrarse y que les hace girar y desenvolver sus dramas personales con coherencia y solidez.
Sácame de dudas se disfruta y se sufre a partes iguales. Con una acertada elección musical y unos paisajes que acompañan en todo momento al relato, los personajes se entremezclan entre ellos y el espectador de un modo sólido y con gran calidad fílmica.
Solo al final el guion pierde pie y se alarga innecesariamente rompiendo la intensidad y desperdiciando el humor, incoado y cortado de raíz, en aras de un lirismo bello pero poco ajustado a esta película. Afortunadamente para todos, el trabajo previo de Carine Tardieu y el calado de los personajes que nos ha presentado sostienen la trama y mantienen su buen sabor tras este deshilachado final.
Firma: Esther Rodríguez
Un desactivador de bombas que va a ser abuelo se entera por casualidad de que su padre no es realmente su padre biológico. En la búsqueda de su progenitor, conocerá a una mujer de la que se enamorará añadiendo más problemas a los que ya tiene.
