Un musical biográfico que se adentra, de nuevo, en una figura del pop-rock reciente también con Fletcher tras la cámara. Buenas interpretaciones y producción musical destacan por encima de una trama que juega a no profundizar.
Dexter Fletcher es el director acreditado de, con este, cuarto largometrajes, entre los que destaca Eddie el Águila y el también musical Amanece en Edimburgo. Sin embargo, el cineasta y actor fue el responsable del resultado final de Bohemian Rhapsody, tras el abandono de Bryan Singer por las acusaciones de acoso sexual.
Su presencia y el talante de este biopic, promovido por el propio Elton John, nos confirma en una tendencia que, a nivel global, incluye no solo lo musical y cinematográfico sino una vuelta nostálgica a la ropa y gadgets de las décadas “recientemente” pasadas.
Se trata de una producción integrada por los hits del cantante y compositor –además de una canción original y nueva de Elton John (I’m gonna) Love me again– versionados para vehicular una trama de biopic. El concepto del guion se acerca más al de musical de escenario, por lo que hereda sus clichés y mecanismos: esas convenciones que hacen que el espectador acepte giros y evoluciones automáticas y la expresión explícita de sentimientos y pareceres. Todo ello abunda en cómo funciona esa narrativa más centrada en el espectáculo y lo musical, y con un señalado acento por la fantasía e imaginación.
De hecho, el libreto de Lee Hall (Billy Elliot, La reina Victoria y Abdul), se dedica a acompasar la evolución musical y parte de su involución personal con la fuerte idiosincrasia artística. Elton John fue un innovador en la creación de temas melódicos pegadizos, a piano, pero con ritmos fuertes y marcados por una poderosa voz y presencia (vestuario y gestualidad) que convirtió en espectáculo.
El cuerpo de la historia reside en la identidad construida o destruida por la falta de amor. De ahí surgen ideas y momentos sugerentes que, como en el film sobre Queen, parte de una corrosiva relación paterno-filial. Sin embargo, el conjunto se queda más en un paseo que vehicula un retrato epidérmico de los terribles compañeros de viaje (sexo, drogas, alcohol…) con moraleja hagiográfica final. En esa tormenta que fue aquel periodo de su vida, destaca la subtrama de amistad con su letrista Bernie. Jamie Bell sabe dar luz sin edulcorar y revela lo necesario que es tener amigos fieles y desinteresados.
La película se configura así como un lúdico homenaje a este gran músico que, aunque orquestado por él mismo, tiene una brillante producción y ejecución musical y el mérito de un Taron Egerton interpretando cada una de las piezas.
Firma: Lourdes Domingo
Reginald Kenneth Dwight es un niño que, en medio de un hogar bastante desconfigurado, desarrolla un talento musical precoz. Tras su paso por la Royal Academy of Music, logró introducirse en la industria para empezar a ascender y triunfar.